1. Tres relatos feministas


    Fecha: 23/05/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... necesitaba? En la mayoría de las entrevistas de trabajo fue recibida por congéneres, así que eran las propias mujeres quienes no le tendían una mano, y decidían no contratarla por carecer de experiencia, o por cualquier otro pretexto ¿De qué le servía sentirse empoderada si no podía convertir ese empoderamiento en un beneficio real? Ni siquiera podía pagar el alquiler.
    
    Vanesa se convenció de que no servía para nada, y que lo único que le quedaba, era su juventud y su belleza. El teléfono había dejado de sonar, pero el hombre que le alquilaba la casa ya la estaba llamando de nuevo. Vanesa atendió. El hombre le preguntó lo obvio. ¿Cuándo le iba a pagar?
    
    – No tengo trabajo, y no creo que consiga por ahora. – Le contestó ella, con sinceridad.
    
    Se oyó un profundo suspiro del otro lado del teléfono.
    
    – Entonces vas a tener que ir buscando otro lugar.
    
    – ¿Y si pasas por acá y vemos como lo solucionamos?
    
    El hombre pareció confundido, al menos durante unos segundos, ya que se mantuvo en silencio.
    
    – Voy para allá. – dijo, al fin.
    
    Mario llegó a su complejo de Dúplex. Era su pequeño imperio. Ocho casas alineadas en un mismo terreno. Fue hasta el fondo, donde vivía Vanesa. Golpeó la puerta, y la chica lo hizo pasar.
    
    Se había puesto un vestidito azul, un poco viejo, pero a una pendeja linda como ella, le quedaba bien cualquier cosa. “Qué linda piba”. Pensaba Mario, mirándola de arriba abajo “rubiecita, carita linda, culo precioso”. Alguien como Mario, a sus ...
    ... cincuenta y cinco años, y sus cien kilos, sólo podía estar con una chica como ella, pagando.
    
    – No te voy a poder pagar el alquiler. – Le dijo ella.
    
    – Eso ya me lo dijiste por teléfono. Me imagino que no me hiciste venir hasta acá para repetirme lo mismo.
    
    Vanesa calló unos segundos. Hizo el gesto de pesadumbre que había ensayado. Se cruzó de brazos, y cuando apretó su cuerpo, por debajo de sus tetas, estas se movieron y levantaron. Sus labios dibujaron una sonrisa triste pero pícara, como el de una nena siendo regañada. Y su pierna derecha se flexionó, y sacó culo.
    
    – La verdad es que no tengo manera de solucionar este problema, pero tampoco puedo irme a la calle con un nene de cuatro años. – dijo Vanesa, y agachó la cabeza.
    
    – Así que querés apelar a mi solidaridad… – dijo Mario.
    
    – Sí. Quería pedirte por favor que me esperes unos meses más.
    
    – Mirá pendeja… – Dijo Mario, cosa que hizo exaltar a Vanesa. – Decime para qué me hiciste venir, sino me voy, y te rajo a vos, y a tu nene.
    
    Vanesa no dijo nada. Le dio la espalada, y caminó despacio. Él la siguió. La pendeja meneaba la cadera, y Mario tenía los ojos clavados en su culo. Vanesa se perdió cuando atravesó una puerta. La siguió. Era la habitación. Ella estaba sobre la cama, de costado, dándole la espalda. Mario apoyó la mano en las piernas de la chica. Ella solo miraba la pared, con ojos resignados y tristes. Mario deslizó sus dedos, y comenzó a disfrutar de la piel con mucha paciencia. La mano se metió por ...
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