Tres relatos feministas
Fecha: 23/05/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... debajo del vestido. Vanesa enmudecida, sentía cómo ese veterano empezaba a manosearle el culo. Luego Mario le quitó la bombacha, y se bajó los pantalones.
Mientras sentía cómo Mario rozaba sus piernas con su verga dura, buscando su sexo, Vanesa se preguntaba cuántas veces iba a tener que dejarse coger para que le perdone todos los meses de alquiler.
Y la culpa no era mía…
Bahía llegó temprano a Constitución. Debía tomar el subte hasta Diagonal Norte. No le gustaba el microcentro porteño, pero se había comprometido con su hermanita a comprarle un unicornio de peluche, el cual, hasta donde sabía, sólo se conseguía en una juguetería de Capital.
Era hora pico, y constitución estaba atestada de gente que iba a sus respectivos trabajos; cirujas que pedían monedas en las esquinas; Vendedores que ofrecían chipá, churros, y tortas fritas, y cuya higiene de sus pequeños puestos era dudosa; y los ladrones de siempre, que observaban todo con sus ojos astutos, esperando encontrar una víctima.
Bahía sentía con cierto regocijo, como atraía las miradas de personas de distintas edades y sexos. Hacía unas semanas se había animado a teñirse el pelo de lila. Era largo y estaba suelto, así que era imposible que pasara desapercibida. Además, tenía un septum en la nariz, que junto con el tatuaje de mariposa en el cuello, y los ojos verdes, hacía que su rostro bello de veinteañera pareciera una obra de arte.
Hacía calor, y por eso vestía una linda pollera roja, con botones blancos ...
... en la parte de adelante, y un top negro. Esto hacía que las miradas de algunos hombres se desviaran a sus piernas blancas y desnudas, a sus pechos pequeños y tersos, y una vez que les daba la espalda, más de uno torcía el cuello para mirarle su trasero carnoso y prieto. A esos “pajeros” Bahía les devolvía una mirada mordaz, y algunos reculaban.
Se sentía fantástica recorriendo esas calles grises, dándole color y gracia con su presencia. Y estaba orgullosa de que su estética evidencie su feminismo incipiente. Su pelo lila, su pañuelo verde atado a su cartera, su andar seguro, y su mirada asesina dirigida a los machirulos que se atrevían a mirarla con excesiva lascivia, eran una combinación que no dejaban dudas: era una chica decidida a hacer su parte para derribar al patriarcado.
Llegó a la estación de subte. Pasó la tarjeta y atravesó el molinete. Bajó las escaleras, y se encontró con que había una formación a punto de salir. Se metió en el vagón justo cuando las puertas corredizas se cerraban. El vagón estaba lleno. Se metió entre los pequeños espacios que había entre una persona y otra, y se hizo lugar en el medio, agarrándose de un fierro plateado que estaba entre los asientos. En la siguiente estación subió más gente, y en la siguiente aún más personas se metieron, a pesar de que ya no cabía un alfiler.
Bahía estaba apretadísima, hasta le estaba costando respirar. Pero sólo faltaban cuatro estaciones más. Debía aguantar.
El continuo roce con los otros cuerpos ...