El profesor de natación
Fecha: 25/08/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... aún gemía y se movía intentando que la volviera a penetrar con un pene que había menguado escandalosamente rápido. Me vi fuera de mi, patético, sosteniéndola por los muslos, con mi ridículo pene húmedo y arrugado posado sobre la entrada de su coño, rojo e hinchado de excitación. La dejé allí tirada, medio desnuda y confusa, y me fui casi corriendo a cerrarme en el baño.
Y allí estaba yo, en el espejo, con los calcetines puestos y la barriga asomando bajo la camiseta. Con dos centímetros de piel arrugada perdida en medio de la mata de pelo entre mis piernas y unos huevos de gorrión pequeños y apretados, acojonados. Me miré a los ojos y los tenía afectados, rojos y húmedos. Tenía la frente sudada por el frenesí de un momento atrás, la cara caída y el mentón sin afeitar bajo el que asomaba una modesta papada. En mi mente bailaba el cuerpo desnudo de Toni, su cuello, su pecho brillante y musculazo, sus genitales obscenamente grandes. Dicen que las comparaciones son odiosas.
Los golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación. “¿Estás bien?” decía Natalia al otro lado de la puerta. Abrí la puerta e intenté sonreír. La veía preocupada y le dije que no se preocupara, que estaba bien, solo estaba cansado. Pasé a su lado sin mirarla a los ojos y me fui al dormitorio. Estaba completamente confuso, la vergüenza me consumía y huía de Natalia porque no sabía qué decirle, cómo disculparme. Me metí en la cama y unos minutos después también vino Natalia. Yo estaba de lado y ella me ...
... acarició cariñosamente el brazo y la espalda. Al final, supongo que cansada de esperar a que le dijese que me pasaba, suspiró y se volvió hacia su lado de la cama.
Me costó mucho dormir pero en algún momento el cansancio consiguió vencerme. No sé cuánto tiempo hacía que llevaba dormido cuando me desperté. Distinguía la luz rojiza de los LEDs del reloj de mesa pero no alcanzaba a ver los dígitos. Al otro lado de la cama unos murmullos quedos atrajeron mi atención. Estaba a punto de volverme a ver qué pasaba cuando reconocí los gemidos de Natalia. El ritmo de sus suspiros, el imperceptible movimiento del colchón,… era evidente que Natalia estaba proporcionándose ella misma lo que yo era incapaz de darle. Deseé estar en cualquier otra parte. Deseé estar sordo y no sentir sus gemidos de placer. Deseé no tener novia, no tener la vida que tenía, no sentirme derrotado por los dedos de Natalia. Me pregunté si debía estar visualizando alguna escena como a menudo hacía yo cuando me masturbaba y si alguien la acompañaba en su imaginación. Al final, noté como su cuerpo implosionaba con la llegada del orgasmo. Su pelvis se desplazó hacia atrás y noté su culo contra el mío. Imaginé su cabeza tirada hacia atrás, su boca abierta gimiendo silenciosamente, una mano hundida en sus ingles y la otra apretando furiosa sus pechos. Tardó unos minutos en recobrar el aliento y creo que se durmió casi instantáneamente dejándome a mi mortificado.
Al día siguiente pasé por la vida como un zombi. No sé ...