Cuckold (2): La mujer de un amigo
Fecha: 03/09/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... quitarnos el olor a sexo de nuestros cuerpos. Mientras Vanesa nos masturbaba, y la leche iba a parar a la rejilla del desagüe. Después, dejábamos caer el chorro de agua sobre nuestros sexos, para que, ahora sí, ya no quedaran pruebas de nuestro crimen.
Nos secamos, y nos vestimos. Vanesa fue al cuarto que solía compartir con Martín.
—¿Dirá algo esta puta? —preguntó Quique, preocupado.
—Hubieses pensado en eso antes de hacer que nos pajeara a todos —dije.
—Bueno, che, si ella empezó el jueguito. —Lo defendió Pedro—. Además tiene razón, si dice algo nos arruina la vida a todos.
—Bueno, vayan que yo voy a hablar un rato con ella.
—Dale Basualdito, convencela de que no abra la boca.
Se fueron a sus casas, a dormir con sus esposas. Yo fui hasta el cuarto, golpeé la puerta y entré.
Vanesa solo llevaba una toalla que envolvía su cuerpo. Estaba boca abajo, y tenía el celular en la mano. Giró su cabeza y me miró. Luego, mantuvo presionada la pantalla del celular y comenzó a hablar. Estaba mandando un mensaje de audio.
—Martín, quiero que sepas que aunque hice lo que te prometí, no puedo perdonarte —dijo. Yo me mantuve en silencio. Pero no me retiré. Lo que estaba diciendo Vanesa, en parte, me incumbía— Pensé que al traicionarte igual a como lo hiciste vos, iba a poder perdonarte, y dejar las cosas atrás. Como si estuviésemos a mano —continuó diciendo—. Aunque supongo que en el fondo sólo lo hice para herirte. Pero la única lastimada fui yo. Me siento ...
... como una cosa. No soy como vos, no puedo coger con cualquiera.
Vanesa retiró el dedo de la pantalla del celular. El mensaje se envió.
—Entonces Martín te cagó con una amiga tuya, por eso toda esta locura —comenté.
—Con mi hermana… se cogió a mi hermana.
—Qué hijo de puta —dije.
—No te vengas a hacer el buenito, todos los hombres son iguales.
—¿Y por qué la regla de no poder cogerte? —Pregunté.
—Para demostrarles los animales que son. Si vos no estabas, los otros dos me iban a terminar cogiendo por la fuerza, con la excusa de que yo los había calentado. —No pude contradecir sus palabras—. No te confundas, vos sos igual. No… Vos sos peor, porque sos hipócrita.
—Supongo que tenés razón —dije.
Hacía años que no había acabado cuatro veces seguidas en una misma noche. A mis cuarenta años ya no tengo la vitalidad de cuando era más pendejo. Pero parecía que la juventud de Vanesa, me habían dotado de unas energías sexuales asombrosas. Ver su cuerpo húmedo, tirado en la cama, totalmente indefensa, me estaba excitando.
Me senté en el borde de la cama. Apoyé mi mano en su muslo.
—Quiero que me permitas penetrarte —dije.
—No —dijo. Yo besé sus piernas.
—Por favor, permitímelo —supliqué.
—No —repitió ella.
Mis manos se metieron debajo de la toalla. Las nalgas húmedas despertaron mis demonios.
—Te voy a coger. Pero necesito que me lo permitas.
Vanesa separó las piernas.
—Si lo querés hacer, hacete cargo. Yo fui muy clara. —dijo.
Me ...