1. Para eso está la familia


    Fecha: 29/10/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... me cupo ninguna duda de que tenía bastante fiebre. Estaba solo en la cama. Conseguí vestirme mínimamente y bajar las escaleras al piso inferior. En la cocina estaban Sonia y mi madre. Estaban hablando de algo pero callaron nada más verme aparecer. Mi cara debía ser un poema porque mi madre me hizo volver a la cama en seguida.
    
    La mañana la pasé tumbado en cama, con toallas empapadas de vinagre en la frente que Sonia se encargaba de reponer. Yo estaba medio sonámbulo, durmiendo la mayor parte del tiempo y despertandome apenas para beber algo o ir al lavabo. Cuando me despertaba, normalmente veía a Sonia sentada en una silla al lado de la cama, leyendo un libro o consultando el móvil y eso me tranquilizaba. No tenía noción del tiempo pero debía ser mediodía cuando me despertó el ruido de la gente en la cocina. Sonia no estaba y supuse que había bajado a comer con todos y me volví a dormir.
    
    Me volví a despertar quizá un par de horas más tarde. La casa estaba en silencio. Me encontraba un poco mejor pero aún así me costó bajar las escaleras. Abajo tampoco había nadie. Junto a la pica había varios juegos de platos, vasos y cubiertos secándose en el escurridor. Salí al exterior y el calor apretaba. Debían ser las 4 o las 5 de la tarde. A lo lejos oí el ruido de la empacadora y recordé que mi tío estaba de siega. Fue entonces cuando caí en las palabras de Alberto al despedirse de Sonia junto al pozo: “Los próximos días estaré por aquí ayudando a tu suegro con la siega. Solo ...
    ... tienes que buscarme.”. Me sentí un poco mareado y tuve que sentarme en el banco que hay junto a la entrada de la casa para recuperar el aliento. Me hubiera gustado decir que confiaba ciegamente en Sonia pero la verdad es que en ese momento necesitaba saber dónde estaba, y con quien. Con el corazón en un puño me levanté y empecé a caminar en dirección al ruido de la maquinaria.
    
    Cuando llegué junto al campo de trigo en el que estaban trabajando me quedé un poco al margen para evitar que me vieran. El campo era grande y me costó unos minutos identificar a todos los que estaban trabajando en la distancia. Entre ellos no estaban ni Alberto ni Sonia. Miré a mi alrededor. Me conocía esos campos lo suficiente como para saber donde estaban los estrechos senderos que cruzaban la vegetación y comunicaban unos terrenos con otros. Uno de los campos colindantes pertenecía a unos vecinos y daba al río. Era un prado donde pastaban vacas y junto al río los árboles daban sombra al lado de una pequeña balsa sobre la que alguien había puesto un tronco a modo de puente. Era una zona muy fresca donde de jóvenes íbamos a tumbarnos a la hora de la siesta. Me dirigí hacia allí sin pensármelo mucho. El paso al otro campo era por un pequeño puente de obra, muy deteriorado, que pasaba por encima de una acequia. Estaba rodeado de zarzas pero era transitable. El prado estaba vacío, no había animales y tampoco veía a nadie. Un poco más tranquilo decidí llegarme hasta el río y tumbarme un rato en la hierba ...
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