Cosas del azar
Fecha: 09/12/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... con mi sonrisa más picarona
- De momento solo eso.... devolviste la misma sonrisa juguetona.
No podía creérmelo, cuando entendí que me estabas siguiendo el juego yo quería aprovechar. Había terminado de cortar el queso y te dije:
- Necesito un plato, Silvia.
- Están aquí arriba - fue tu respuesta, quedándote pegada al fregadero sin moverte.
Enseguida me deslice hasta allí para no darte opción a apartarte, me coloque detrás de ti, me pegué a tu cuerpo y levante la mano, colocándome de puntillas apoyando mi pelvis en tu trasero. Me entretuve lo suficiente hasta alcanzar el plato, todo ello, lentamente. Entonces, cuando lo deje en la encimera, junto a la tabla en donde había cortado el queso, pasé mis brazos alrededor de tu cintura y susurrándote al oído te dije: “Me gustaría lavarme las manos”. Sorprendentemente, solo retiraste las tuyas de debajo del agua, dejándome estar pegado a ti, sólo el espacio de mis manos a los lados de tu cuerpo, para que yo me lavara, cuando metí las manos bajo el agua y dije:
- ¡Dios, qué caliente esta!
- Creo que no es lo único que lo esté, ¿no? - fue tu respuesta picarona.
- Bueno todo tiene solución.... ¿no crees? - añadí sin soltarme de tu cuerpo y con mi polla bien pegada en tu culo.
Entonces, de repente, entró Pablo diciendo,
- ¡Ya las he encontrado! - dijo contento refiriéndose a las antiguas fotos.
¡Que susto nos dimos! Nos separamos de inmediato como si nos hubiera dado un chispazo, aunque creo que Pablo ...
... no llegó a darse cuenta de nada, pero lo cierto es que yo había estado tan a gusto abrazada por detrás por ti y de esa manera, que me encantó sentir en mi culo ese bulto que me producía extraños cosquilleos por todo el cuerpo, en especial en mi sexo.
Nos sentamos a cenar, charlando principalmente de vuestras cosas, repitiéndomelas a mí para que las entendiese, pero yo solo me fijaba en tus miradas juguetonas y provocadoras. Comimos los canapés que halagaste amablemente, en especial refiriéndose a una salsa tártara que había preparado Pablo, que, por cierto, le queda realimente deliciosa.
- ¡Está muy buena! - dijiste mirándome fijamente a los ojos y chupando tu dedo índice dándome a entender que no estabas hablando de la salsa.
- Gracias - comentó mi esposo, ajeno a tu juego.
- ¡Es verdad, está para chuparse los dedos! - añadí yo, esta vez metiendo mi pulgar en la boca, pero de una forma muy sensual, sin dejar de mirarte, como si estuviera chupando otra cosa.
Aunque todo parecía un juego inocente con nuestros gestos, con nuestras miradas, estaba claro que esa complicidad que hacíamos a las espaldas de Pablo estaba cargada de magia, de deseo y de morbo.
A la hora de partir el pescado en el reparto de tu ración, recuerdo cómo me ayudaste cogiendo mi mano y el cuchillo para elegir el tamaño de la porción, pero tu forma de agarrar mis dedos, entre delicada y fuerte a la vez, también me puso nerviosa.
Seguimos cenando y me dispuse a recoger los platos cuando ...