1. Silvia


    Fecha: 12/12/2022, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... borrachas.
    
    -S. ¿Qué te parece si jugamos a las prendas? Una copa, una prenda.
    
    -M. Entonces tú debes ya dos.
    
    -S. Y tú una, pero no es justo, yo no tengo sujetador.
    
    -M. Y yo bragas...
    
    -S. Bueno, da igual, si al final lo que quiero es verte en pelotas y lo que no te quites tú te lo voy a quitar yo.
    
    -M. Hija, dale un poco de suspense.
    
    -S. Si en el fondo te encanta que hable así.
    
    -M. ¿Cuántas prendas tienes tu?
    
    -S. Sin contar las zapatillas, solo tres, falda, tu tanga y el top.
    
    -M. Yo llevo las medias y el ligero, la blusa y el sujetador y estos zapatos de tacon que elegiste para mi. Cinco.
    
    -S. No, los zapatos no cuentan, además me encanta como te quedan, cuatro.
    
    -M. Vale, pues cuatro. Elije una prenda, me la quito y empezamos de cero.
    
    -S. Pues... no sé, por un lado, me gustaría elegir el sujetador, porque esa blusa transparenta un poquito, pero si me pido la falda podré verte ese culazo morenito cuando sirvas la carne o saques el salmón del horno.
    
    -M. ¡Como me estás poniendo Silvia! No te conocía yo esta faceta.
    
    Definitivamente estábamos totalmente desinhibidas y empezábamos a comer, beber, reír y hablar desenfrenadamente.
    
    -S. Tengo una idea, elijo el sujetador.
    
    Me quite el sujetador con su ayuda, sin quitarme la blusa, y en cuanto había acabado Silvia agarró la botella de cava y empapo la camisa sobre mis pechos. Era azul claro y evidentemente grité por lo frío que estaba el cava. Silvia se sentó en silencio y ya no quitó sus ...
    ... ojos de mis pechos en un buen rato. Mis pezones se empalmaron bajo la tela que transparentaba completamente.
    
    Continuamos saciando nuestra hambre, tras los camarones nos comimos el salmón. Para entonces yo había perdido mi falda y mi hija su top. Después de todo lo que había ocurrido ya entre nosotras, sentí vergüenza al sacar la carne del horno. Silvia esperaba el momento impaciente.
    
    -M. ¿Qué te apetece más, comerte la carne o verme el culo?
    
    -S. ¿Como consigues tenerlo así de bronceado? Yo, por mucho que lo intente, nunca consigo que coja un poco de color.
    
    -M. Es que la piel de los glúteos no se broncea como el resto del cuerpo. Yo tengo tiempo y vivo en un ático. Lo que tienes que hacer es tomar a veces el sol solo en él sino las piernas y la espalda siempre estarán más bronceadas. Cuando me apetece, a eso de las tres, que Luísa termina y se va, tomo el sol un rato, salvo en pleno invierno, siempre da el sol en alguna zona.
    
    -S. Estoy segura de que cuando estás sola, te paseas desnuda por toda la casa...
    
    -M. ¡Eh! ¿No sé nos olvida algo? Los gambones que tanto te apetecían.
    
    -S. No, son para el final.
    
    -M. ¿Marisco otra vez después de la carne?
    
    -S. ¿Y por qué no?
    
    Tenía razón mi hija el viernes cuando dijo que comeríamos como cerdas. El banquete duró más de dos horas y todavía nos faltaban los gambones y el postre. Hicimos un alto y yo, que ya estaba con las tetas al aire, me puse a recoger un poco y meter platos en el lavavajillas mientras Silvia ...
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