Un clavo saca otro clavo
Fecha: 13/12/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... en juego mi amistad con alguien que era como un hermano para mí, con el que llevaba tres años entendiéndome y compartiendo piso. Que a mi amiga le había robado el novio, por zorra que fuese y que ante todo eso, ya no había vuelta atrás.
Miré el reloj y me agobié más. Las diez de la noche y no tenía sueño, recuerdo haber puesto la alarma para las seis de la mañana y querer morirme. Quizá influyó el hecho de que, en ese momento, llegué a pensar que Pablo solo me había follado por despecho. Llegándome a sentir utilizada por él, como si no sintiese nada.
Imaginaros entonces mi satisfacción cuando en la oscuridad de mi cuarto se abrió lentamente la puerta y un hilo de luz del pasillo delató a mi compañero de piso asomándose. No dijo nada, simplemente apagó la luz de fuera y se metió a oscuras en mi cuarto. Gateó sobre mi cama, se metió entre las delgadas sabanas. Y noté su cuerpo desnudo contra el mío, únicamente cubierta con un top.
— La he cagado. ¿No? –no dije nada-. No deberíamos haber hecho nada. ¿Podrás perdonarme?
— Pablo, yo…
— No, escúchame –su voz sonaba arrepentida, era dulce y suave. Simplemente me encantó sentirlo susurrándole a mi pelo, tan cerca de mi oreja-. No quiero perderte como amiga, como lo que hemos sido siempre. ¿Puedes verlo como un calentón tonto?
No quería oírle, así que me giré y le comí la boca. Si intentó hablar, se la comí con más ferocidad, hasta tapársela con una mano mientras con la otra lo pajeaba. Para mi alegría, se vino ...
... arriba en cuestión de segundos, y me auto·empalé con el ansia de una drogadicta.
— Si ha sido un calentón tonto déjame saborearte hasta el final –supliqué con el maullido de una gana, trotándolo rozando la desesperación. Mis dos manos buscaron sus dos muñecas y las empotré contra mi almohada.
No le oí decir nada, simplemente se dejó follar mientras hacía crujir los silenciosos muelles de mi colchón.
— No me arrepiento de haberlo hecho entonces…
— Ni yo te culpo –recuerdo haber gemido, en una frase que pareció memorable-. Soy tu amiga, así que úsame todo lo que quieras… Desahógate.
Su boca contra la mía, y rodamos entre las sabanas hasta que acabé en misionero bajo él. Me sorprendió que fuese a poder correrse por segunda vez, y esa vez volví gemí con gusto mientras le arañaba la espalda y le agarraba su culito bien puesto.
— Dame, no pares Pablo. ¡Más fuerte! ¡Más! ¡Más! –El chapoteo inundó la habitación, un chapoteo de infidelidad merecida. Lo oí gruñir y esa vez si que se apartó él mismo y se corrió, gustoso en mi cara. Saqué la lengua y recibí su escasa semilla.
Encendió la luz de mi mesita de noche y gozó de verme con la cara y la boca repleta de su lechita. Lo miré y sonreí, pensando ingenuamente que poco más saldría de ese pequeño romance. Por desgracia para mí, se iba a tomar demasiado literalmente mis palabras y me usaría para desquitarse hasta de hacerme totalmente suya más de lo que me habría gustado en ese momento.
Sin darse cuenta, iba a empezar ...