Ocurrió en el sur (II)
Fecha: 14/02/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: campillo, Fuente: CuentoRelatos
... Frente a cada azote, mi culito se abría más y más y mi conchita se mojaba generosamente, sin que mi voluntad interviniera para nada. Entre tanto, yo lloraba y suplicaba sin que a él se le moviera un pelo. Nunca más dejó de castigarme así, cada vez con más violencia y sin causa ni sentido. Solamente autoridad.
Hubo días en que vino solamente a castigarme. Me hacía poner con el culo en pompa y su dolorosa varilla se descargaba impiadosa sobre mi cola, hasta que por obra de no sé qué me relajaba y entonces se concentraba al medio, donde frente a cada latigazo mi ojetito respondía abriéndose más y más. Un día me castigó duramente, al punto que quedé sumamente dolorida y cuando me enderecé, casi no podía caminar. Entonces me dio un violento bofetón y me dijo:
-Póngase bien en el sillón señora, vamos a ayudar a ese culito dolorido-. Me horroricé. Pensar que me la metía donde tanto me había azotado y tenía irritadísimo, me pareció increíble.
Pero Félix ya no tenía freno, ni yo resistencia. Obedecí y me recliné sobre el respaldo del sillón, dejando mi culo a su disposición y me la enterró hasta el fondo. Cómo grité, ¡qué dolor! Dios mío, era como si me volviera a desvirgar el culo.
-¿Le duele señora?- me interrogaba y cuando sollozando le dije que si, que mucho, me respondió:
-Así me gusta, que sepa quién es su macho- y se entretuvo a torturar mi ojete distendido. De pronto, se me desencadenó un violento orgasmo. Félix se rio, me la metió al fondo y eyaculó. La boca ...
... se me llenó de su gusto.
Estaba claro que había conseguido dominarme y que yo haría lo que fuera por complacerlo. Pero siempre fue cuidadoso, sobre todo de evitar que mi marido lo supiera o que resultara lastimado; en realidad era su amigo y le tenía aprecio, lo que no le impedía hacer de mi lo que quisiera aunque el espectro de lo que podía hacer con alguna de mis hijas me torturaba la vida.
III
Un día me pidió que fuera a ver a un señor, funcionario público, padre de una de mis alumnas, para pedirle por un trámite o una petición que tenía pendiente:
-Andá a verlo, necesito que me apruebe lo mío-, me dijo. En mi inocencia no entendí bien mi cometido. No encontré nada malo en eso que me pedía y fui a hacer el pedido que formulé educadamente. Ya de vuelta me llamó Félix:
-¿Sos estúpida o te hacés?-, me espetó por teléfono. -¿A qué crees que te mandé?-. Quedé estupefacta. –Mirá, va a ir esta tarde a verte cuando terminan tus clases. Ocupate de que quede satisfecho-, me dijo como si nada.
-Pero ¿Y qué tengo que decirle?-, pregunté.
-¿Decirle? Por mi, nada. Pero le gustás y le he dicho que puede disponer de vos, dale lo que quiera-.
Yo me sentí morir. Iba a preguntar algo pero Félix cortó. En un lugar chico como éste, lo que Félix me pedía era gravísimo, podía tener consecuencias incalculables. Además, me pedía que me prostituyera, que me dejara hacer por un extraño para lograr un beneficio. Para eso tenía que superar todos mis límites e inhibiciones y el ...