El regalo: Un antes y un después (Vigésima séptima parte)
Fecha: 27/02/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... mi jefe por no avisarme, por no ponerme al tanto y sorprenderme. Y ese gringo abusivo confundió los papeles e intentó propasarse conmigo a espaldas de su amigo, con la primera oportunidad en la que mi nuevo «amante» se apartaba de mí. Al parecer con la esposa de Hugo, la química no fluyó o simplemente Martha, solo tenía ojos esa noche para aquel colombiano desconocido.
¿Cómo verle a la cara la próxima vez que nos viéramos en el trabajo? ¿Y Hugo? ¿Volvería a ser el mismo conmigo, o ya solo como mi jefe, aquel distante hombre que dirigía fríamente, la oficina? No podía calcular lo qué pensaría de mi ahora después de… De haber terminado súbitamente nuestra cita. ¡Puff! Suspiré.
Pero no me hizo feliz saber que me había llamado y me buscaba, por el contrario, me enfurecí aún más conmigo misma. ¡Estúpida, mil veces estúpida! Me decía a gritos para mis adentros. ¡Qué gran actuación la mía! me dije ahora sí en voz alta, mirándome en el reflejo que ofrecía el espejo del angosto tocador. ¡De seguro que con ella, te hubieras ganado un «Oscar» Silvia! Pero no, no fue así, –no fui contratada para ninguna serie o telenovela– por el contrario el único papel que había conseguido, era el de una puta esposa que logró con aquel falso parlamento, la estampida del infiel esposo y con ello, la casi entrega por mi parte hacia un hombre que me deseaba, pero qué por su culpa, mi amado Rodrigo terminó yaciendo en otros brazos. ¿Otro trago Silvia idiota? ¡Sí! ¿Por qué no? Y bebí directamente ...
... de la botella.
No, no, no. ¡Idiota! Rodrigo no era el único culpable. Yo también empecé a dejarme involucrar sentimentalmente por la situación matrimonial de mi jefe, meses atrás. Solo que nunca di el paso, ni el insistió demasiado. Su tristeza, su desencanto, su amargura y sus confesiones, al considerarme a mi digna de ser un abrigo, un respiro entre toda aquella agitación, fueron minando mi resistencia hacia él. Antes tan lejano de sus empleadas, tan elevado sobre los demás. Callado, hablando solo lo suficiente. Órdenes dadas, mandatos cumplidos. Y ya, no había más que admirar en Hugo. Mi jefe él y yo, su obediente secretaria.
Un abrazo vespertino llegó, uno lleno de compasión, que le ofrecí una tarde ya casi a la hora de mi salida, mientras aquel hombre lloraba desconsolado, colocando su cabeza en mi pecho y mis manos acariciando su melena. Y así, sentados en el sofá de su oficina, al levantar su cabeza para apaciguar con más gestos que palabras su tristeza, sus ojos húmedos tan grises como la faz de la luna, se encontraron con el brillo abrigador de los míos. Un beso surgió ligero, casi casto y núbil. Un momento después Hugo se aferró a mí, forzando con su lengua la apertura de mis labios, serpenteando, hurgando en mi interior. Un beso tan apasionado como atrevido, que me sorprendió en un primer momento. Intenté apartarme pero la fuerza de sus brazos, rodeando mi espalda y la cintura, me lo impidió. Giré mi rostro en un vano intento por desobedecer la sensación de ...