1. El regalo: Un antes y un después (Tercera parte)


    Fecha: 09/03/2023, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... seta grande y rojiza, sus testículos se me antojaron más abultados que los de mi esposo. Estaba absorta mirando su sexo cuando abrió los ojos y me extendió sus brazos, llamándome por mi nombre…
    
    —¿Sil…via? —Y me acerqué nuevamente hacia él. Me senté en el borde de la cama, al costado y le tomé de sus dos manos. Pero don Hugo con fuerza, me atrajo hacia él, tomándome por sorpresa.
    
    —¿Porr… queee, Silviaaa? Meee trai… cioonoo. —Jefe, por favor, suélteme. –Y él empezó a llorar–.
    
    Logré zafarme de su abrazo, incorporé mi cuerpo pero seguí allí, de medio lado sentada, observando la pena y el dolor de aquél hombre en ruinas.
    
    —Jefe, por favor… ¡Tranquilícese! No llore más. —Pero él continuaba dejando escapar entre sus jadeos, una y mil lágrimas.
    
    —A ver, venga. Ayúdeme a acomodarlo y se toma esta sopa caliente. Por favor, no puede seguir así, aquí derrotado. Venga don Hugo, usted no es de aquellos que se dejan vencer tan fácilmente.
    
    Lo tomé por debajo de sus brazos, intentando alzarle, más por su peso y la posición en aquella cama, yo no lograba incorporarlo. Me acerqué a su rostro y acariciando su frente le di un beso en su mejilla.
    
    —Don Hugo, colabóreme un poco que usted pesa demasiado. —Pero nada, no reaccionaba, solo lloraba y suspiraba–.
    
    —¡Por quee Sil…viaa! Siii yioo la… amabaa. —Era lo único que yo le entendía cuando hablaba en su borracho y enredado dialecto.
    
    Por fin, abrió sus ojos y me miró. Pasó su antebrazo por el rostro, retirando la humedad ...
    ... en ojos y mejillas, seguramente con la intención de volver de la embriaguez de su desgracia, hacia la calmada compañía que yo le ofrecía, en esa nueva realidad. Se apoyó torpemente en sus codos y entonces aproveche para ayudarle a recostar su espalda contra el cabecero de la cama. Deslicé una almohada detrás de su cabeza, le retiré del cuello aquella roja corbata; acomodé lo mejor posible su camisa y tomé en mis manos la sopa, con la plateada cuchara en su interior.
    
    Una y dos. A la tercera hizo un gesto de agrado y me regaló su grisácea mirada. ¡Sonrió!
    
    El nivel del cocido ya iba por la mitad, cuando tosió y escupió entre arcadas lo que acababa yo de darle con la cuchara. Rápidamente dejé el plato en la bandeja y mi jefe a trompicones se puso en pie, buscando de manera confusa el lugar donde se hallaba el baño. Cayó al piso de rodillas al tercer paso, había pisado la tela de su pantaloncillo y se fue de bruces sobre la alfombra. Entonces me apresuré para ayudarle a levantarse. Recostado su brazo derecho por sobre mis hombros, como pudimos dimos los siguientes pasos y lo acompañé hasta dejarle de rodillas frente al blanco inodoro. Allí descargó toda la bebida, revuelta con los restos de comida. Me aparté de él, con mi mano derecha tapando boca y nariz, totalmente asqueada, me di vuelta para no mirarle y darle un poco de privacidad.
    
    Era una imagen triste y penosa, ver allí a mi jefe, vencido y sin fuerzas, con su mirada perdida, pálida su piel como un cirio pascual, ...
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