1. El regalo: Un antes y un después (Vigésima cuarta parte)


    Fecha: 28/03/2023, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... más abajo. Naranjas y amarillos intensos; el verde de un bosque y a continuación una franja turquesa seguida de un profundo azul índigo y por último el color violeta de la pasión. Festones, globos platinados en forma de corazón y letras doradas que hinchadas, flotaban sobre las mesas circulares a los dos costados. Luces multicolores y olores variados a menta, canela, fresa y otro apestoso, muy dulzón, que sin dudarlo era pura marihuana fumada.
    
    —¿Y las oficinas? —Le pregunté a mi agraciado anfitrión.
    
    Y él mirando a mi hermosa asistente, le habló al oído algo y me envió con ella hacia unas escaleras, también con pisos de mármol, hacia el segundo nivel. Allí una cómoda oficina con sofás de cuero beige, pinturas de desnudos amantes bastante explicitas, dos escritorios y pantallas gigantes de televisión, que en alta definición, mostraba desde las alturas, la espectacular imagen de la rumba más abajo. Dejamos nuestros bolsos y amparada en el medianero silencio, tomé mi teléfono y marqué al de mi esposo. No respondió. Miré la hora en mi reloj y pensé que era tiempo de disfrutar de la noche, obsequiándole una sonrisa a mi asistente seguida de unas pocas palabras…
    
    —¡Ya es hora Antonella, vamos pues las dos a divertirnos! —Y dejé confiada mi bolso y dentro, la tarjeta de la habitación, mis documentos y también el móvil.
    
    Extendía sus brazos hacia las alturas de la nada y luego de aquella misma lóbrega nada, sacudiendo las ondas de su melena rizada como el mar agitado, se ...
    ... aparecían albas sus dos manos y diez dedos clarificados frente a mis ojos y que sin reparos, acariciaban mi rostro con efusiva alegría y en perpetua ternura, el contorno de mi boca. El fervoroso fulgor en su mirada avellana y la constante sonrisa en su rostro, me seducían con mucha picardía. Aquella risa contagiosa que me alegraba la noche, despejando mis temores y controvirtiendo mi apostólica moral, me animaba a seguir sus pasos; bueno al menos a intentarlo, dando saltos descoordinados, ella arriba y yo abajo. Subía yo emocionada al cielo, despegando la suela de mis zapatos de tacón del brillante entablado y con los brazos abanicando la nube blanca del gas que por ratos permitía exhibir los colores de un arco iris y que a mediana altura, nos envolvía a todos en el centro de la pista de baile, muy feliz Antonella me rodeaba con sus brazos, evitando mi probable caída.
    
    Y ella, mi preciosa asistente italiana, se acercaba para cubrir con la esquivada tela mi seno izquierdo, brillante por el sudor y rebelde por su agitada desnudez. Una primera vez, después de la segunda se venció. ¿O no? A la tercera tan solo me lo acarició, presionando la redondez y con su pulgar, rotándolo por encima del altivo pezón. Y entre tanta música, luces de mil colores rompiendo de vez en cuando la oscuridad del lugar, aprovechaba la intimidad que el humo colorido y aroma a fresa nos ofrecía, para mirarme con vibrante intensidad y orillar el grosor de sus labios, sobre los apacibles míos.
    
    Cuando ...
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