1. Una linda bollera


    Fecha: 26/04/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... enredaban, acariciándose e intercambiando el mensaje de amor lujurioso que nos invadía.
    
    Nos abrazábamos, nuestras ropas salieron volando. Paty no cesaba de su emoción incontrolable. Me jaloneó el vestido y se abalanzó sobre mi pecho, me mordía mi pezón alternando con morderme abarcando todo mi seno dentro de su boca, o por lo menos todo lo que le cabía dentro.
    
    “¡Ay, cielo, siempre te he querido y deseado! ¡Te me haces hermosa y me das amor! ¡Eres lo más lindo del mundo!” Le estaba diciendo. En eso se enderezó, brincó de la cama y fue de carrera al baño, sin decir nada.
    
    “Siempre me pasa esto, cuando me excito mucho me vienen muchas ganas de hacer pis, pero ya se me calmó.” Se aseó enjuagándose, le ayudé a secarse y a la vez aprovechar para verle su cosita, que me llamaba la atención. Sí, su pubis sí se le veía carnocito, un poco abultado y más considerando el hermoso enredo de sus vellos medio rojizos. Tiradas en el piso del baño, abrazadas, terminamos de quitarnos lo que aún sobraba de nuestras ropas, yo aún tenía el vestido enrollado debajo de los pechos, muy latoso para retirarlo sin bajarle la cremallera y mis medias, ya medio bajadas. A ella le quité el brasier y la falda, la blusa ya la había desaparecido.
    
    Nos ayudamos para levantarnos del piso y le confesé que a mí también me habían dado ganas de ir al baño. Me asee usando la regadera, pero Paty me mojó todo el cuerpo, jugueteando. Sin tomar ninguna decisión, nos metimos a la regadera, que al inicio ...
    ... estaba muy fría el agua que le sale, nos abrazamos para darnos calor una a la otra y, entre besos y caricias, nos sobábamos para entrar en calor. Ya salió el agua a buena temperatura, la fui besando desde su cuello, pasando por sus pechos que se ataraceaban frotándose con los míos, suavemente, bien sabroso y succionándole sus pezoncitos, hasta dejarlos paraditos. Su vientre, lisito, hermoso. Mi lengua inspeccionó su ombligo causándole pequeños estremecimientos de placer. Seguí hasta su pubis, mi lengua disfrutó de esa pequeña selva color caoba, y bajó hasta su vaginita. Me la comía, la chupaba fuerte y ella murmuraba y gemía suavemente a cada jaloncito que le daban mis labios.
    
    Ella me detenía de la cabeza, mi peinado quedaba debajo del chorro del agua de la regadera. Me puse de rodillas, pero al quedar más arribita de su pubis, opté por sentarme sobre una pierna y pie, así quedaba a la altura que yo necesitaba.
    
    Gozaba su vaginita, sí, en realidad se le veía pequeña, mi lengua le entraba y mis dedos se le metían en su hoyito bien lubricado. Se los metía y volvía a sacar, los saboreaba y volvían a seguir buscando sus huequitos más sensibles, buscaban desesperadamente ese punto G que se nos oculta y los lugares en los que ella cada vez que le tocaba encogía las piernas, dándome muestra de que se iba debilitando y gozando mi tratamiento.
    
    Con sus dos manos me tomó de los lados de la cabeza, jalándola a que mi lengua se le incrustara más, que mi nariz alcanzara a besarle su ...
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