El regalo: Un antes y un después (Octava Parte)
Fecha: 04/05/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... volumen en el reproductor.
—Humm, no Nene, pero por ahí miramos cuando… Ahh, mira ¡Ya llegamos! —Me dijo–. Y yo por dentro… ¡Alabado sea el señor!
—Mira, que bonito Pao. Que edificaciones tan antiguas y esas fachadas tan bien cuidadas. Vaya es una población muy hermosa. —¡Anda Nene! yo no conocía este lugar. ¿Tú sí? —No señorita Torres, es mi primera vez, contigo. Jajaja–. Y también le devolví una suspicaz mirada.
El GPS nos indicaba otra dirección para tomar pero estábamos muy bien de tiempo, gracias a Paola. Y a mí siempre me ha encantado conocer.
—Vamos por esta calle. ¡Mira al fondo!... Una estación de trenes, busquemos aparcar por ahí, y nos vamos caminando, de seguro que hay algún «desayunadero» por ese lugar. —Y mi rubia tentación se dirigió obediente hasta allí.
Aparcamos el auto y caminamos, tomados de la mano hasta un local en una casa bastante antigua pero adentro todo era muy señorial, muy de época. Estaba genialmente decorado, fotos en los muros, esquís colocados en las paredes. Mobiliario cómodo, bien abullonado y antiguo. Todo tan acogedor. La atención por igual, muy oportuna y la sazón del ligero desayuno, nos encantó.
—¡Observa bien Pao! le dije al salir de aquel lugar para caminar en búsqueda de la dirección que indicaba mi navegador. —Observa a tu alrededor. ¿Qué ves?
—Un pueblo encantador, se respira tranquilidad. —Si era verdad, pero a eso no me refería.
—No mires, presta atención a las oportunidades. Hay mucho por trabajar aquí. ...
... Cuántos negocios, muchas presas por atrapar. —Y Paola me sonrió.
—Anda Nene, ahora no. Déjame disfrutar del lugar y hacer la digestión. —Y sonrió, apretándose más a mí. Rodeándome por la cintura con su brazo y recostando su cabeza en mi hombro.
—Como se nota que el hambre y las penurias económicas no pasan por tu puerta. —Le dije para finalizar dándole un beso en su frente.
—Hummm, la que es linda es linda. ¡Jajaja!–. Me respondió alegre.
Caminamos unos pocos minutos, por aquellas estrechas y adoquinadas calles, hasta llegar a una vía pavimentada algo más ancha. Allí estaba el hotel. El lugar para sanear mis finanzas, llenar mis bolsillos de tranquilidad.
Un amplio chalet de dos pisos, paredes pintadas de terracota y muros exteriores revestidos en piedra. Techos a dos aguas y portones anchos de madera de cedro. Y en los alrededores pinos y robles. Amplios prados y una piscina de buen tamaño en el frente. No había personas allí a esa hora. Nos anunciamos en la recepción preguntando por el señor Tomás Parra y nos hicieron sentar mientras lo ubicaban.
No pasaron más de tres minutos cuando se nos acercó un hombre alto, corpulento, con una camisa a cuadros rojos, negros y blancos, pantalón de dril azul oscuro y botines del color del coñac, amarrados con cordones gruesos y su cabello castaño, con algo ya de canas. Su rostro de piel muy blanca, ojos pequeños pero llenos de carácter y arrugas en la frente, demostrando gran experiencia, nariz ancha y aguileña y un ...