El regalo: Un antes y un después (Final)
Fecha: 06/05/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... sus dorados arabescos, variadas formas de manchas rojas y anaranjados rombos equidistantes, que cubrieron su rostro. Y en la faz de Hugo apareció de nuevo aquella sonrisa de campeón.
Tomé del piso la lata abandonada y de un solo trago la vacié. Las cinco que permanecían unidas por el tirante plástico, se fueron conmigo de la mano hacia la mesa circular en el porche de aquel chalet. De allí cogí un cigarrillo y por el filtro lo estampé sobre el lateral de mi zippo plateado unas tres veces, para apisonar bien el tabaco y que su enrollado sabor fuera más penetrante, más condesado el humo azul para expulsar.
Silvia se acercó, el brazo derecho seguía allí en la misma posición pero la izquierda iba por delante ocultando del café de mis ojos, su depilado pubis. Temerosa me habló, más no con un… —¡Lo siento!–. Por el contrario a modo de trueque usó otra interrogante frase para quebrar el incómodo silencio. —¿Te encuentras bien?–.
—Sí mi amor, no te preocupes. Déjame fumar un momento y ya regreso para continuar con la función. —Pero se lo dije esquivando su mirada, observando el titilar de las estrellas en el firmamento, en algo veladas a mi vista por el danzante humo que brotó de mi boca, hasta que sentí en mi hombro el roce continuado de sus cabellos largos y ondulados. Me abrazó por la cintura y en mi brazo aprecié la redondez de su seno, aplastarse contra mí.
—¡Ya empezamos con esto mi vida! Ambos sabemos que tenemos que terminarlo. —Me dijo con suavidad y un pequeño ...
... beso me obsequió en el hombro. —¿Me das un poco de tu cigarrillo?–. Y entonces si me fijé en la expresión de su rostro y coloqué en el medio de sus labios, el amarillo filtro.
Hermosa carita de muñeca, ojos brillantes y pupilas dilatadas. Con las rosadas areolas henchidas y expandidas, los pezones aún empitonados y el rubor en sus mejillas, claros indicios de su excitación. Martha y Hugo abrazados nos observaban y me sentí de repente incómodo, como fuera de lugar. Cerré mis ojos, presión en mi pecho y el fuerte latido de mi corazón. Y recordé de pronto a Almudena y su frase premonitoria… —Rodrigo, tesoro… ¡Quieras o no, sucederá!–.
—¡Vamos dentro ya! —Le mencioné a Silvia, quien me entregó de nuevo el cigarrillo. Di una última calada y expulsé en descuidados remolinos el humo azulado. Luego lo dejé asfixiado, apagándolo contra el fondo del cenicero. Y después de un beso largo e intenso, la arropé en mis brazos mientras dábamos cortos pasos, cinco para ser exactos yo hacia adelante y Silvia de espaldas para atrás. La giré por el hombro y abrí con mis brazos los de mi mujer para dejarla allí de pie en frente de la pareja de anfitriones que ya la deseaban, estirando Martha y Hugo al tiempo sus brazos con las manos bien abiertas para recibirla.
Y me retiré en silencio con la cerveza nueva en mi mano, hasta hacerme un lugar en diagonal, sentado en el otro sillón. Silvia en medio de los dos me miró con algo de temor. Fue solo un destello fugaz, pues ya una cabellera larga y ...