1. El regalo: Un antes y un después (Final)


    Fecha: 06/05/2023, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... Hugo. Este volteo su rostro y busco algo de aliento, una bocanada de aire que recibió de la cálida boca de su esposa. El con su verga en la intimidad de mi mujer y reconciliándose a su vez con Martha, teniendo por fin bajo el peso de su pecho, las tetas oprimidas de mi mujer y la complicidad de su esposa para acrecentar la lujuria, desbaratando con aquel sexo consensuado… ¿Las intenciones de separarse de su mujer?
    
    ¿Dolió? Un poco sí. Pero la tirantez en mi pene, los latidos de mi corazón percibidas a lo largo de mi verga, claramente hablaban por mí. No fue mucho tiempo, Hugo no aguantó tanto ofrecido placer, y su sueño de acostarse con Silvia, haciéndola suya lo traicionó; terminó derramándose sobre el vientre de mi esposa. ¡Silvia no llegó a su clímax! Lo pude percibir, casi hasta sentir. Sin embargo respiraba agitada sin abrir sus ojos, sin dejar de acariciar con sus manos los costados de su nuevo amante y Martha con ánimo de no hacer sentir mal a su cansado pero apenado marido, se lanzó por aquellas esparcidas gotas de simiente para humectar sus labios y terminar de cabeza, metida entre las piernas de Silvia, poseyéndola con su lengua y vi, dos dedos que entraban y salían con suma facilidad. Logró lo que su esposo no consiguió. En pocos minutos mi amor, gimió, gritó y apretó con sus muslos el torso desnudo de la mujer que la llevó a su ansiado apogeo.
    
    Me retiré con cautela de allí para destapar otra cerveza y beber. Serví otro par de piñas coladas, enfriándolas con ...
    ... algo de hielo picado; no hubo ganas ni tiempo para decorarlas, las rodajas de piñas quedaron allí apiladas en el pequeño plato. —¿Otro Manhattan Hugo?–. Le pregunté, con la intención de hacerle ver que yo estaba bien, que todos allí lo estábamos. Sonrisas por fin fluyeron en aquella sala, aunque al parecer el oxígeno escaseaba. Me acerqué a ellos como un buen camarero lo haría y en la bandeja de plata les llevé sus respectivos cocteles.
    
    Recompuestos los tres en el sofá me agradecieron y yo salí al porche, en busca de un nuevo cigarrillo. Había soportado más o menos bien el primer ataque a mi masculina sensación de compartida propiedad y al momento llegó a mi lado mi mujer, limpiándose el pubis y su vientre con un pañito húmedo. —¿Estás bien mi amor? ¿Cómo te encuentras?–. Me dijo preocupada, abrazándose con algo de vergüenza en su rostro de mujer… ¡Para nada infiel!
    
    —Sí mi amor, mientras tu estés feliz, yo me encontraré bien. Y la besé en la frente. Su boca buscó la mía pero se encontró de pronto con mi lata de cerveza. —Un trago primero para que sacies tu sed–. Le dije yo. Después de que ella bebió un trago, con algo de espuma en la comisura de su labio inferior, si la besé.
    
    Consumido el tabaco y casi por completo mi bebida, de nuevo ingresamos a la sala. Separé a Silvia de mi abrazo y mientras mi mujer tomaba su sitio en medio de los tres, yo de pie estiré mi brazo y con el dedo índice señalé a Martha y le dije con claridad…
    
    —Bueno preciosa, ahora ha llegado el ...
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