El regalo: Un antes y un después (Final)
Fecha: 06/05/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... momento de que me entregues el premio de consolación. ¡Ven conmigo! —Y Martha sonriente se puso en pie y sus pechos redondos y brillantes, se bambolearon como un par de pudines dispuestos a ser probados por mí.
—¡Hagámonos por acá, preciosa! —Le dije yo, acomodando el sillón y apartando de asiento el cojín. —Ofrece tu espalda a nuestra respetable audiencia y pon tus manos sobre el espaldar. Así muy bien. Y ahora preciosa, ve preparándome el terreno, usa como tú sabes tus dedos y mastúrbate un momento.
—Pero Rodrigo. Precioso yo no… ¡No puedo, me da pena!–. Me respondió.
—Un pacto es un pacto. ¿O no Hugo? —Y un tanto cariacontecido, él respondió que era lo justo, mientras mi esposa meneaba con poco éxito, su flácida verga y acariciaba sus pelotas con su otra mano.
—Entonces mi querida Martha, no te puedes negar. ¡Hazlo ya! —Le ordené en un tono autoritario. Y ella con sus piernas abiertas y sus nalgas como esplendido panorama para los que estábamos detrás, tocó su rajita con sus dedos, rozando tímidamente su rosada abertura y dio inicio con vergüenza, a la búsqueda de su propio placer.
—Creo que necesitas un poco de ayuda, algo más de estimulación. —Entonces llamé a mi esposa–. Silvia, ven mi amor y ayuda a Martha, por favor enciéndela como tu italiana lo realizó contigo, ven y ubícate aquí. De rodillas mi vida y chupa bien toda su vulva.
—¡No! Así no, mi amor. De espaldas a ella tú también y reposa tu nuca en el cojín. —Le ordené.
Y Silvia como una fiel ...
... sumisa me hizo caso, acomodando su cabeza de manera que su boca y lengua quedaran debajo de la vagina de Martha y luego empezara a tirar con sus dientes, de los labios menores que se extendían fuera como delicadas y suaves corolas de aquél tulipán, pero que en sus crestas yo, podía apreciar un morado color.
—Hugo, no te quedes solo ahí. ¿Quieres ayudarme tú también? Ven acá y prueba este arrugado y virgen agujerito de tu mujer. Ensalívalo bien para mí por favor. —Martha dio un respingo, no supe nunca si fue al escuchar mis palabras o por el esfuerzo incesante de sus dedos friccionando su clítoris o por la boca de mi esposa, horadando con su lengua aquel delicioso interior.
Y sin rechistar, –aquel triunfador ya vencido– me hizo caso postrando su rostro en el medio de las blancas y tersas nalgas de su reconquistado amor, apartando con sus manos las carnes blancas, para besar y lamer, donde le indiqué yo.
—Espérenme aquí un minuto mientras busco algo en la cocina. —Y dando un largo sorbo a mi cerveza, dejé la lata sin líquido en su interior, reposando sobre el gris mesón, busqué en los anaqueles algo que me sirviera para lubricar.
¿Aceite de cocina? ¡Podría ser! Mejor aceite de oliva, que decían que servía contra la hipertensión arterial, pero acaso… ¿Marta sufría de aquel malestar? Ni idea. Hasta que vi refundido entre varios frascos, el empaque del gel de aloe vera que sabía yo muy bien de su lubricante poder analgésico y lo tomé.
—¿Cómo vamos con la tarea? Les ...