1. El blues de La Sirena Azul


    Fecha: 15/06/2023, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cabeza echa un lío dejé la nota de nuevo en la bolsa, arrojé esta sobre la cama y me senté en la silla del escritorio para tratar de ordenar mis ideas.
    
    —¿Qué te ha hecho? —pregunté al fin—. Desde que te dejé en el pub hasta que volví a verte en su piso, ¿qué te ha hecho?
    
    —No es culpa suya —Elena, avergonzada, agachó la cabeza y, tras sacar el collar de perro de la bolsa, se lo ajustó al cuello—. Esto es lo que soy, lo que siempre he sido. Sonia se dio cuenta y me... me...
    
    —¿Te qué?
    
    —Comprendió cómo me siento y cubrió mis necesidades, Emi. Solo eso. Me ayudó a sentirme yo misma. Me dijo que tú también lo entenderías. Que tú también me ayudarías.
    
    Apenas podía creer lo que estaba escuchando. De hecho, si no hubiese sido por lo sucedido esa misma mañana, estoy bastante segura de que habría tomado a mi amiga por loca o por mentirosa. Pero sabía que Elena decía la verdad. Llevada por un impulso me levanté, dejé caer las dos toallas al suelo y la miré fijamente.
    
    —Ven.
    
    Obedeció de inmediato, ansiosa porque la aceptase como mía. Cuando le agarré del pelo y la obligué a arrodillarse, sus ojos se cubrieron de lágrimas de gratitud.
    
    —Gracias —dijo Elena—. Gracias, mi Ama. Hacía mucho tiempo que deseaba pertenecer a alguien.
    
    Le empujé la cabeza hasta mi coño y un instante después jadeaba entre gemidos gracias a los esfuerzos de mi sumisa, cuya lengua alternaba entre juguetear con mi clítoris y hundirse en mi coño empapado. Tras disfrutar de varios minutos ...
    ... de placer tiré del cabello de Elena para que se apartase y la miré de nuevo. Ella me devolvió la mirada mientras se relamía radiante de gozo e hizo intención de continuar con la comida de coño, pero mantuve la presa firme para que no se moviese. Impactada por la expresión lasciva y degenerada que podía ver en el rostro de mi sumisa, fue la primera vez que comprendí de verdad cómo era Elena en realidad, lo que me causó una punzada de envidia. ¿Por qué yo no podía dejarme llevar de esa manera? ¿Por qué tenía que encontrar siempre la manera de tener remordimientos por todo aquello que me hacía feliz? Recordé el castigo al que Sonia y yo habíamos sometido a la sumisa esa mañana y sonreí con malicia al recordar que ahora la dulce rubia me pertenecía. Sin más, le propiné un sonoro bofetón.
    
    —¡Ay! —exclamó Elena llevándose la mano a la mejilla—. ¿Qué he...?
    
    —No te he dado permiso para que hables, perra.
    
    La aludida guardó silencio, pese a la sorpresa que le suponía ver semejante cambio en su hasta entones tímida compañera. Tiré de ella para que se pusiese de pie y le puse las manos entrelazadas tras la cabeza. Busqué entonces su coño y lo encontré encharcado. Al sentir el contacto de mis dedos Elena gimió y comenzó a mover la pelvis para rozarse con ellos, ansiosa como un animal en celo. Sin mediar palabra me marché y regresé un momento más tarde con un plátano que había cogido de la cocina. Al verlo Elena sonrió con lujuria y separó las piernas para ponerme las cosas más ...
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