1. El blues de La Sirena Azul


    Fecha: 15/06/2023, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... y más frecuentes. Durante las dos primeras semanas tan solo exigía sus servicios cuando estábamos solas, pero con el paso de los días comencé a usarla también cuando estaba Ana en casa, aunque siempre en la seguridad de mi habitación. Poco o nada sospechaba nuestra compañera de piso lo que sucedía entre nosotras.
    
    Todo cambió una mañana de domingo en la que, como se había convertido en costumbre desde hacía pocas semanas, desperté a causa de una comida de coño de Elena. Había sido yo misma la que le ordenó que los días que no hubiese clase me despertase así, y desde entonces disfrutaba de unas mañanas de lo más placenteras.
    
    Allí estaba yo, en mi cama cómoda y calentita, con mi mascota oculta bajo las mantas mientras me comía el coño con tanta devoción y entrega como era habitual en ella. Me acordé entonces de Sonia y recordé mi propósito de ir a verla pronto, pues todavía no le había dado las gracias por tan inusual regalo.
    
    Fue entonces cuando llamaron a la puerta de mi habitación y, antes de que pudiese contestar, la puerta se abrió y Ana se asomó.
    
    —Emi, ¿has visto a Elena? No la encuentro.
    
    Me quedé helada. Mi sumisa, en cambio, escogió ese momento para, sin dejar de devorar mi coño, introducir dos dedos en su húmeda profundidad, lo que me arrancó un gemido de placer. Los ojos de Ana se abrieron como platos y su mirada fue de mí al bulto que se movía bajo la cama y después otra vez a mí. Por más que me hubiese gustado poder disimular, lo cierto era que ...
    ... resultaba demasiado evidente lo que sucedía allí.
    
    —Perdón, no sabía... ¡perdón!
    
    Ana, roja como un tomate, cerró la puerta y desapareció. Levanté las mantas y lancé una furibunda mirada a Elena, quien me miraba divertida sin dejar de darme placer.
    
    —¿Pero qué has hecho? ¡Ana nos ha descubierto!
    
    Se encogió de hombros, como si no le importase lo más mínimo, y siguió con sus deberes matutinos. No tardé en olvidarme de nuestra común compañera de piso para entregarme al placer que me causaba mi sumisa.
    
    Cuando tan solo unos minutos más tarde me corrí entre gemidos de placer, me pareció ver que la puerta de mi habitación estaba entreabierta. Era solo una rendija, pero comprendí desconcertada que Ana nos observaba.
    
    Era ya media mañana cuando, cubierta con mi pijama, salí de la habitación y me dirigí al salón que compartía con mis compañeras de piso. Allí me encontré a Ana, quien veía la tele desde el sofá como si tal cosa. Le sonreí, me devolvió la sonrisa y me senté junto a ella. Elena, mientras tanto, se daba una ducha.
    
    —Perdona lo de antes —dijo con nerviosismo—. No quería molestar.
    
    —No pasa nada —respondí.
    
    Un incómodo silencio se interpuso entre nosotras. Advertí que estaba viendo dibujos animados. O, al menos, ambas hacíamos como que los veíamos.
    
    —Me alegro por vosotras —dijo al poco rato—. No tenía ni idea de que estabais juntas. Ni de que os gustaban las chicas, en realidad.
    
    —No estamos juntas —aclaré—. Al menos no en el sentido estricto de la palabra. ...
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