1. El blues de La Sirena Azul


    Fecha: 15/06/2023, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Solo es sexo.
    
    Me lanzó una mirada en la que me pareció distinguir asombro y envidia a partes iguales; después fingió de nuevo que volcaba su interés en los dibujos animados.
    
    —¿Y tú, Ana? ¿Hay alguien para ti?
    
    Frunció el ceño, apretó los labios y me miró con tristeza.
    
    —No. No, no hay nadie para mí.
    
    Seguimos mirando los dibujos animados hasta que, un rato más tarde, el episodio terminó. No estaba segura de atreverme a hacer lo que pretendía, pero recordé a Sonia y supe que ella no habría dudado. Resuelta a no decepcionarla me senté con las piernas cruzadas y me volví hacia mi compañera de piso.
    
    —¿Te gustó?
    
    —¿Qué? —Ana me miró confusa—. ¿El episodio? La verdad es que no le estaba haciendo mucho caso. Pensaba en mis cosas.
    
    —No, el episodio no. Lo que viste mientras nos espiabas. ¿Era eso lo que pensabas, Ana?
    
    Se puso roja como un tomate, farfulló algo sin sentido y miró para otro lado, sin saber qué hacer o qué decir. Finalmente se puso en pie y se dispuso a marcharse a su habitación.
    
    —Te he hecho una pregunta. ¿Te gustó lo que viste mientras nos espiabas?
    
    Ana se quedó inmóvil, aún de espaldas a mí. Me lanzó una mirada fugaz y volvió a sentarse, aunque su nerviosismo resultaba evidente.
    
    —Perdona, Emi. —Se miraba los pies, azorada—. No sé por qué lo hice. De verdad que lo siento.
    
    —No me has respondido.
    
    —Supongo... supongo que sí. No lo sé. Fue más curiosidad que otra cosa. Al menos al principio. Después… sí, reconozco que sí me ...
    ... gustó. Pero estuvo mal y lo siento, no debí espiaros.
    
    —¿Tenías curiosidad porque éramos dos chicas?
    
    —Curiosidad por el sexo —confesó—. Yo... nunca me han tocado, Emi. Nunca he estado con nadie. Pero lo entiendo, ¿sabes? Soy fea y gorda, ¿quién iba a querer estar conmigo?
    
    Dicho esto se puso en pie de nuevo y antes de que pudiese decirle algo se marchó apresurada a su habitación, dejándome con la boca abierta y sin entender qué acababa de suceder. Era verdad que mi amiga tenía algunos kilos de más y no era la chica más agraciada del mundo, pero jamás me habría imaginado que tuviese semejante trauma con su aspecto.
    
    Sonreí, traviesa. Tendría que demostrarle lo equivocada que estaba. A fin de cuentas nos había espiado y eso merecía un castigo, ¿verdad?
    
    La mañana transcurrió sin más contratiempos. Ana permaneció en su habitación hasta la hora de comer y Elena y yo estuvimos haciendo trabajos de clase, pues el curso avanzaba y cada vez teníamos más cosas que hacer. Finalmente nuestra compañera de piso salió de su habitación, casi a la hora de comer, y regresó al salón donde nos encontrábamos nosotras, absortas en nuestros respectivos trabajos.
    
    —Hola.
    
    Le devolvimos el saludo con sendas sonrisas y Ana se sentó junto a nosotras sin decir nada.
    
    —¿Qué comemos? ¡Estoy hambrienta! —preguntó Elena, tan feliz como siempre.
    
    —Yo no tengo hambre —dijo Ana con una sonrisa forzada—. Creo que me voy a acostar un rato, estoy cansada. Pero antes me tomaré un vaso de ...
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