1. Eran las tres de la mañana


    Fecha: 28/06/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Maduro Salido, Fuente: CuentoRelatos

    ... de minutos ya tenía la página de internet donde la había dejado gracias al historial del Explorer que, en otras ocasiones, tanto me preocupaba que mis hijos pudieran ver accediendo a mi portátil. Una preocupación muy inferior a la que me asalta por si alguien de mi entorno llega a leer lo que estoy escribiendo.
    
    Mientras había reiniciado mi masturbación con todo el énfasis paseando por colegialasputas.com, sin demasiadas colegialas y con muchas putas, por cierto, oigo una vocecita que me dice:
    
    - Perdón.
    
    Levanto la mirada y veo de pie en pijama a la amiga de mi hija a unos cuatro metros de mí y, aunque con un sofá de por medio que me tapaba bastante, con la altura de la niña no tenía ninguna duda de que no sólo había visto mi cara y mis movimientos, sino que también tenía que verme el pene dentro de mi mano totalmente excitado.
    
    En el tiempo que me la guardaba a toda prisa, unos cuatro segundos calculo, se me quedó morcillona como si la hubiera metido en agua helada. Me recompuse como pude y le contesté.
    
    - ¿Si?
    
    - Quería tomar un poco de leche y no sé...
    
    - Claro ahora voy−dije balbuceando y apagando el portátil con el botón de encendido y pasando de si cascaba la configuración; como si se quería pegar fuego.
    
    Sólo pensaba ¿Qué hago? Como lo comenté con mi hija o, peor aún, con sus amigas. Maldita sea. Me levanté con dirección a la cocina he intentado aparentar la máxima naturalidad le pregunté:
    
    - ¿Cómo te gusta le leche? –Y pensé: vaya pregunta imbécil ...
    ... –
    
    - Tibia.
    
    Abrí la nevera para sacar el brik de leche e iba a preguntarle si quería azúcar y alguna pasta cuando me suelta:
    
    - Se estaba usted masturbando. ¿No?
    
    Lo dijo con la voz más dulce que he oído en mi vida, lo dijo de tal modo que me dio la impresión de que le parecía lo más normal del mundo, para mí lo era desde luego, pero en ese momento sentía en el estómago un sentimiento de culpa considerable.
    
    - Le puedo ayudar, si quiere.
    
    - ¿Cómo?
    
    - Que le puedo ayudar a satisfacerse. Si quiere, claro.
    
    - ¿Cómo? -No era capaz de articular más palabras-
    
    - Que si quiere podemos pasar un rato agradable. Por eso le decía lo de la leche tibia.
    
    - Pero ¿cómo? -No sabía que decir, estaba alucinando.
    
    - ¿Subimos al cuarto de su hijo?
    
    Mi hijo estaba fuera desde hacía semanas y la “nena” tenía que dormir allí sola. Me cogió de la mano y como si flotara en el aire subió las escaleras, iba descalza y la seguí como si fuera un ángel que me llevara al paraíso.
    
    Ella misma comprobó que las puertas de las habitaciones de mi hija y la mía, con mi mujer dentro, estaban cerradas, cerrando por dentro la habitación de mi hijo: Por un momento me sentí en peligro como si estuviera acorralado y fuera a sufrir daños irreparables, pero al oír de nuevo su voz angelical me sentí nuevamente lleno de paz interior. Empezó diciéndome:
    
    - Verá. Si le apetece podemos pasar un rato juntos y, si le apetece, sólo si le apetece, me hace algún regalo. Lo que usted quiera.
    
    - ¿Un ...
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