Y finalmente... ella y tu regalo (Tercera parte)
Fecha: 13/08/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... aquella sabrosa pizza, le grité…
—¡Ahh! pues que ahora ya estamos equilibrados, hay que festejar que ya somos un matrimonio felizmente infiel. ¿No te parece? —Ella se demoró un rato en la alcoba, seguro cambiando su vestuario. No respondió nada.
—¿Y los niños cómo están? —Terminé por gritarle, tras dar el último bocado y un sorbo a la cerveza. Y también con el ánimo de quitarle tensión al asunto.
—¡Felices con mi mama y mi suegro! Ya sabes cómo los consiente ella y él además los malcría. —Me respondió llegando hasta la cocina.
—Los traen de regreso el domingo. ¿Tienes que trabajar este fin de semana? —¡Humm! Vaya pregunta. Anteriormente le hubiese respondido con la verdad, pero dadas las circunstancias le mentí.
—¡Si Claro! Es una lástima. Hubiéramos podido aprovechar para salir por ahí al cine o a pasear y conocer nuevos lugares, un bar distinto y nuevas personas. Pero ni modos, el deber primero. Pero tú puedes aprovechar para descansar. —Concluí.
—¿Y entonces todo esto qué? ¿Es para pedirme perdón? —Dijo ella, de manera un tanto soberbia, mientras daba una mirada a la bebida y las velas encendidas en nuestra sala. Se había puesto ya un pijama de color rosado, estampada con huellas de gatitos por todas partes.
—¿Perdón? ¿Otra vez yo? No sería acaso tú… ¿La que deberías pedirlo? —Le respondí en total calma, sin alterar el tono sereno de mi voz. Silvia me observó y se acomodó a lo largo en el sofá.
—Mira Rodrigo, no te voy a pedir perdón porque me lo ...
... debías. Es más, estuviste de acuerdo en que lo hiciera, ¿No es verdad? —Yo la escuchaba, acercándome a la mesa, sin mirarla. Empecé a servir en dos vasos un poco de Vodka con dos hielos y unas hojas de menta y una rodaja de limón en cada uno.
—Dijiste que hiciera lo que yo creyera que era justo. Me diste vía libre para acostarme con quien yo quisiera. ¡Así que no! no tengo que pedirte excusas. Tú lo quisiste así. Ahora aguanta como yo lo tuve que aceptar. A las malas. Estamos empatados, bueno casi. ¡Jajaja! —Y se empezó a sonreír, mientras yo le extendía su bebida. No me cedió espacio a su lado en el sofá, así que me senté sobre la alfombra, a un lado de la mesa.
—Bueno… ¡Brindemos! —Y chocamos el cristal de nuestras copas.
—¡Salud! —dijo Silvia, y los dos bebimos.
—¿Por quién brindamos? —Preguntó.
—Pues yo creo que por aquellos que nos hicieron felices. A ellos les debemos nuestra reunión esta noche, ¿No te parece? —le respondí yo.
—Me parece bien, entonces brindo por Hugo, que me hizo apreciar placeres no sentidos antes. ¡Humm! Y por David, ese gringo que esta como quiere. Y se relamió los labios, entre cerrando sus ojos. Luego prosiguió… ¡Ahh! y por Martha, porque esa puta infiel no sabía el tremendo hombre que tenía a su lado y de esa manera me lo cedió sin pensárselo. —Suspiré y elevé mi vaso al techo del piso… ¿Martha, puta infiel? ¿Y ella qué era?
—¡Yo lo hago también por ellos! Por mostrarme en una sola noche, la mujer desconocida que despertaba ...