1. Cambio


    Fecha: 08/09/2023, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... con un pene mediano de plástico, lo lubricó y apoyó la punta. La dilatación debía ser tal que el aparato sólo me produjo una pequeña molestia al entrar. Entonces empezó a meter y sacar el falso pene, haciéndome descubrir el placer del orificio trasero. Bajo la mordaza gemía de gusto. El mete y saca duró un buen rato, y al final me corrí casi sin querer, tal era la excitación que tenía, allí desnuda, boca abajo, atada con mis extremidades en cruz amordazada y follada por el culo por una chica como Leo. Era imposible no correrse a poco que algo rozara mi sexo: el cojín que Leo había puesto para elevar mi culo.
    
    –Te ha gustado, Nora ¿a que sí?
    
    Claro que me gustó, Juan. Me entró una duda porque reconocía tu forma de hacer las cosas en cómo Leo me fue preparando. Así follábamos, si bien nunca lo hicimos por el culo, casi siempre ibas calentándome poco a poco hasta tenerme ardiente, en ese momento me provocabas el orgasmo ¡cómo me acuerdo de las veces que me llevaste a la cima!
    
    –Mmmmmmhhh!! –respondí todavía con la mordaza puesta, y asintiendo con la cabeza.
    
    –Ya veo, la respuesta es si, pues esto no ha hecho más que empezar. Descubrirás muchos modos de alcanzar el placer –comentó–. Ahora te voy a liberar, descansas un rato y luego te amarraré con cuerdas en otra postura.
    
    Ese fin de semana en la casa rural, Juan, aprendí lo divertido que puede llegar a ser una cuerda, unas esposas, unas cadenas o una fusta. Si pienso en todas las ocasiones que me pediste que me dejara ...
    ... atar... Claro que entonces no sabía que un poquito de dolor podía generar después un placer tan indescriptible, eso sí, dolor moderado: un mordisquito en los pezones, un azote con la palma de la mano en el culo, un fustazo ligero, etc. Y Leo también quiso que pasara al otro lado y me convirtiera en su dueña en un par de juegos. Fue excitante poder manejar a aquella mujer excitante y deliciosa. Pero...
    
    Al volver en el coche el domingo.
    
    –Nora, hay una cosa que tengo que decirte –empezó Leo al poco de iniciar la vuelta.
    
    –¿Qué, Leo?
    
    –Es mejor que te lo diga sin ambigüedades. Tu marido y yo fuimos amantes –me soltó casi de sopetón. De la impresión casi pego un frenazo.
    
    –¿Qué has dicho? ¿He oído bien?
    
    –Has oído perfectamente: Juan era mi amante o yo era su amante, pero aquí no para la cosa –prosiguió casi sin dejarme replicar, casi como muda estaba–. Me pidió varias veces y me lo hizo prometer, que te enseñaría otras maneras de disfrutar del sexo. Sabía que tú eras una mujer excepcional y que si te dejabas enseñar, verías que hay otras formas de placer sexual, y sabía que yo podría ser la mejor maestra ya que, en el fondo, siempre supo de tu bisexualidad. ¿Te das cuenta, Nora, de lo mucho que nos conocía a las dos?
    
    Me desvié en cuanto pude de la autovía y me paré en el arcén de la primera carretera que pude. Me enfrenté a ella.
    
    –¿Me estás diciendo que todo esto te pidió que me lo hicieras? ¡Será cabrón! ¡Así se pudra en el infierno!
    
    –¡Cálmate, Nora! Juan ...
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