La historia de Claudia (11)
Fecha: 29/07/2018,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... humillaciones de la madre. En ocasiones había sorprendido a Claudia luciendo una sonrisa burlona cuando esa señora altanera y despótica la humillaba.
Fue hasta el dormitorio y volvió con un pote de gel lubricante con el que embadurnó el mango del rebenque, de tres centímetros de diámetro y cuatro protuberancias en forma de anillo que cada cinco centímetros aumentaban un poco el grosor. Puso también algo de pasta en la entrada del pequeño orificio anal y apunto el extremo redondeado del mango hacia su objetivo. Lo apoyó y empezó a presionar hasta que el esfínter cedió y el mango fue introduciéndose centímetro a centímetro en el estrecho sendero. Al sentir la impiadosa penetración, Claudia tensó todo el cuerpo y sus piernas se estiraron abiertas y duras como estacas. La señora hundió hasta el fondo el mango y gritó riendo:
-¡¿De qué te quejás?! ¡Esto es mucho más chico que la trompa de un elefante! ¡jajajajajaja! -mientras Claudia lanzaba un aullido de dolor.
Entonces comenzó a mover el mango del rebenque con la violencia que la furia surgida de sus recuerdos le dictaba, en tanto los berridos desesperados de su víctima le halagaban los oídos.
Siguió martirizándola hasta que de la boca de Claudia brotaron rugidos casi animales como producto del intenso y prolongado sufrimiento y la señora advirtió que dos hilos de sangre surgían del ano desgarrado deslizándose por ambos muslos. Extrajo entonces el mango con un movimiento brusco, sin miramiento alguno, y en tanto su ...
... perra caía al suelo fue hasta el baño y volvió con un frasco de alcohol y un puñado de gasas. Arrastró a Claudia por el piso hasta la despensa disfrutando de sus quejidos, la puso boca abajo y se aplicó a pasarle gasa embebida en alcohol por el maltrecho orificio anal hasta que el fluir de sangre se detuvo. No había en la señora el menor atisbo de conmiseración. Sólo la impulsaba el deseo de evitar toda consecuencia física, como una infección con su secuela de fiebre, que le impidiera gozar durante algunos días de esa perra a la que le interesaba mantener con buena salud exclusivamente en su propio beneficio. La dejó casi exánime en el piso, cerró la puerta con llave, lavó el rebenque, lo guardó en su lugar y llamó al celular de Laura. El martirio de Claudia la había excitado sexualmente al punto de tener que desahogarse y lo iba a hacer con su otra sumisa.
-¿Dónde estás? –le preguntó.
-Buenas tardes, señora, estoy en la facultad. -contestó en voz baja la cachorrita, que en ese momento se encontraba en plena clase.
-¿A qué hora terminás?
-A las tres, señora.
-A esa hora te venís para acá. ¿Entendido?
-Sí, señora. –dijo Laura, y Blanca cortó la comunicación para dirigirse al dormitorio con el propósito de disfrutar de una siesta y recibir en buena forma a la rubiecita.
Eran poco menos de las cuatro cuando Laura llegó a casa de la señora, que la recibió cubierta con su bata de baño, el cabello húmedo y toda ella oliendo a jabón y perfume. La sumisa la saludó ...