1. Cuando buscas lo mejor de lo mejor, una escort de lujo es la solución


    Fecha: 02/08/2018, Categorías: Incesto Autor: Malagueño, Fuente: CuentoRelatos

    ... tras quitarse la braguita, se abrió de piernas sobre mi cara, dejando su rasurado, suave y delicioso coñito a merced de mi lengua, dientes y labios. De ese modo, animado por la mamada que me practicaba, di el do de pecho alternando la boca y un par de dedos para que ella también disfrutara. Si bien es cierto que con mi esposa he aprendido que los gemidos, jadeos y gritos de una mujer no siempre son indicio de un placer real, el expresado por Blanca si me lo pareció cuando empezó a manar una estimable cantidad de fluidos vaginales. Yo los recibí con algarabía, conmovido con aquel regalo inesperado.
    
    —¡Hazlo ahora!—supliqué fuera de mí—. Quiero tenerla dentro de ti. Nunca me perdonaría quedarme con las ganas por falta de tiempo.
    
    —Claro, mi amor—respondió ella y sus palabras compusieron una dulce melodía en mis oídos.
    
    La vi abandonar la cama, sacar un condón de su pequeño bolso, rasgarlo con los dientes y ponérmelo como si llevara toda la vida haciéndolo. Acto seguido se colocó sobre mí, tomó la verga con la mano derecha, la enfiló y terminó dejando caer su cuerpo hasta que sus nalgas se asentaron sobre mis muslos. Lentamente comenzó a cabalgarme. Sus pechos volvían a danzar con el movimiento, de los labios entreabiertos surgían gemidos desacompasados, los ojos marrones se entornaban y los músculos del rostro adquirían máxima tensión. Que síntomas tan diametralmente opuestos a los expresados por mi mujer cada vez que hacíamos el amor, porque con ella se hacía el amor, ...
    ... no se follaba. Sin embargo, con Blanca sí tenía la sensación de estar follando, jodiendo, fornicando o como se le quiera llamar.
    
    Miré nuevamente el reloj, angustiado por el maldito tiempo. Sonreí aliviado al ver que disponía de algo más de diez minutos, tiempo más que suficiente para alcanzar la cima.
    
    Con esa intención le pedí que se pusiera a cuatro, mi postura favorita.
    
    Ella aceptó de buen grado, especialmente sonriente.
    
    Así la penetré, sin más gaitas. Sin embargo, antes de comenzar, una duda surgió en mi mente. Bueno, más que una duda era un sueño que quería hacer realidad.
    
    —Dime, Blanca, ¿no sería posible ‘un griego’?
    
    Ella suspiró y me temí lo peor.
    
    —No, cielo, yo no lo practico. Otras si lo hacen, aunque es un extra, pero yo no.
    
    —No importa, preciosa—dije resignado—. El no ya lo tenía antes de preguntar.
    
    No me quedaba otra que continuar con lo que había interrumpido. Coloqué las manos sobre sus caderas y estuve dándolematarile durante unos minutos, hasta que sus gemidos y movimientos indicaron que Blanca había alcanzado el orgasmo, otro regalo inesperado para mí.
    
    —Quiero correrme, Blanca. ¿Puedo hacerlo en la boca?
    
    Ella tardó unos interminables segundos en responder. Comprendí que se recuperaba del orgasmo.
    
    —No hay problema, caballero. —Interpreté su respuesta como un gesto simpático—. Túmbate y yo hago el resto.
    
    Nuevamente atrapó la verga entre sus labios y exprimió el glande hasta que varios chorros de semen se precipitaron contra ...
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