1. Noche de pasión en Lisboa (VIII): Uno para gobernar a todos


    Fecha: 09/08/2018, Categorías: Incesto Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... por tu parte, darles a ella y a Paulinha el día libre. Nosotros podríamos salir a dar una vuelta, y comer y cenar donde nos encontremos. La pobre no ve a su marido muy a menudo.
    
    - También yo tendré a mi marido lejos y tendré que aguantarme.
    
    - No es lo mismo, no seas retorcida. A partir de ahora, yo estaré contigo, como mínimo de viernes por la tarde, hasta el domingo por la noche. Y algunas veces, podremos pasar la noche del domingo, juntos.
    
    - Aún me debe la jugada del arroz malandro.
    
    Bajé mis labios a su cuello, besándola tiernamente, mientras con una mano le agarraba un pecho, acariciándole el pezón con el pulgar, notando como reaccionaba a mi caricia.
    
    - Venga, no seas rencorosa.
    
    - Mmmm, si sigues así, me lo pensaré.
    
    Comencé a bajar mis labios a lo largo de su cuerpo, notando como se estremecía al contacto de mis besos. Mientras con mis manos acariciaba sus pechos iba acercándome a su vientre. Ella gemía y suspiraba, dejándose llevar por los sentimientos. Cuando aparté el tanga, dejando descubierto su sexo completamente depilado e iba a dirigir mis atenciones a él, bajó las dos manos rápidamente atrapándome la cabeza
    
    - Con esa barba, ahí ni se te ocurra meter la cabeza.
    
    - ¿Ni un poquito solamente? –le digo, mientras con un dedo le acaricio el clítoris.
    
    - Ni poquito, ni nada, que todavía tengo marcas del día que llegaste.
    
    - Pues algo tendré que hacer para prepararte para lo que viene a continuación.
    
    - Yo me ocupo, déjame.
    
    Diciendo ...
    ... esto, me acostó boca arriba en la tumbona y sacándome los pantalones, se dedicó a hacerme una felación, mientras con una mano se masturbaba.
    
    Sacándose el tanga, se puso a horcajadas sobre mí y comenzó a cabalgarme. Sus pechos se balanceaban delante de mis ojos. Cuando estaba cerca del orgasmo, pegó su pecho al mío, mientras me besaba en el cuello. Yo tenía su cabeza sujeta por detrás con mi mano y besaba su frente al mismo tiempo.
    
    En ese momento escuché un pequeño golpe en el piso superior de la casa. Alcé la vista y detrás de una ventana, vi la cabellera blanca de Ana María, apoyada en los cristales. Estaba doblada por la cintura, y veía perfectamente sus enormes pechos balanceándose libres. Mientras una mano se perdía de vista por debajo del alfeizar, con la otra tiraba salvajemente de uno de sus pezones. De repente, sin enderezar la espalda, echó atrás la cabeza y vi como abría la boca en un grito que no escuché, al tiempo que sus ojos se ponían completamente en blanco, y su cuerpo se convulsionaba en un orgasmo salvaje.
    
    En ese momento, Amália alcanzó su orgasmo y yo, entre las maniobras de mi mujer y la visión de mi cuñada, la seguí inmediatamente, vaciándome en su interior.
    
    Desde la ventana de mi dormitorio no se veía el solárium. Acababa de saber que desde la del cuarto de Ana María, sí.
    
    Desmadejados sobre la tumbona, le confesé a Amália lo que acababa de suceder:
    
    - Cariño, hemos vuelto a hacer un trío con tu hermana.
    
    - No ha sido culpa tuya. Yo sabía ...
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