LA PATRONA EXIGENTE 4
Fecha: 11/08/2022,
Categorías:
Hetero
Tus Relatos
Autor: Caramelo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... pensando en vos… ¡Tenía unas ganas! Y ahora… ¡la concha me palpita! «Es muy lindo tenerla dentro tuyo. La tenés tan apretadita.» «Es que nunca me la metieron, te juro. No es que yo sea muy… tímida… Seguro que abuelita te contó. Ella me pescó masturbándome, pero solo con los dedos, no tengo ningún aparato. Pero siempre tuve miedo de que me doliera la primera vez. Vos lo hacés con abuelita, ¿no?» «¿Por qué lo decís?» «Porque ella me dijo que vos lo hacés muy rico y que no me iba a doler…» Era lo que creía… ¡Paulina la había convencido de coger conmigo! «Dale, cabalgá fuerte. Así está bien…» «¡Ay Dani! En cuanto te siento frotarme adentro me garra una ganas de…, bueno… como vos decís… ¡de acabar!» «¡Es orgasmo!» «Si, eso. ¡Orgasmo cada rato…, con vos! ¡Uno atrás de otro!» «Siempre es asi. No solamente cuando te gusta mucho…» «A mí me enloquece sentirte adentro. ¿Sentís cómo te apreto?» «¡Dale, fuerte!» ¡La cabalgata de Ludmila era genial! «¡Me viene Dani! ¡Me viene! ¡Acabo! ¡SÍÍÍÍ!» «¡Eso! ¡Muy bien! Vení, sentate en mi cara. ¡Te chupo toda!» Se refregaba como una experta sobre mi cara. Sus jugos eran exquisitos. Cuando la deje ...
... limpita le dije que fuera a la pija. «Acomodate. Te voy a llenar la boquita.» «¡Dale! ¡Si, toda! ¡Toda! ¡Me la trago toda!» Me arrodillé junto a su cabecita. Yo me apretaba la base del tronco para no descargar demasiado. Quería descargar con paréntesis, para que la pueda tragar toda sin ahogarse. La sonrisa de Ludmila, mientras tragaba, era angelical. «Mi amor…, que lindo lo hacés. ¡Me gusta tanto acabarte en la boca!» «¡Es qué es tan rica!» Yo estaba inmensamente feliz. La “abuelita” complaciente me había enjoyado la vida. De rodillas, a su costado, acaricié con el glande sus pezones. Ludmila había cerrado los ojos y suspiraba… «¡Qué lindo son tus suspiritos, Ludmila!» «¡Estoy en el paraíso!» «¿Te gusta que te acaricie los pezones con la cabeza de la pija?» Quería ser lo suficientemente soez para que ella se acostumbre a hablarme así. «Agarrámela y acariciate la conchita y el clítoris.» Me corrí hacia su entrepierna y ella, prolija y delicadamente, se acariciaba la concha con el glande de mi pija. «¡Me gusta tanto todo lo que hacés!» «¡Ojo! ¡No lo hago solo! ¡Lo hacemos los dos!» «¡Pero vos inventás cosas lindas en todo momento!»