1. Malas influencias


    Fecha: 24/09/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... aquella insistencia, no paré de lamer su sexo hasta que la mujer experimentó el orgasmo que debía llevar meses esperando.
    
    Aunque el sexo de Tere se licuaba agitando todo su ser, yo no interrumpí ni un instante aquella dulce agonía. Continué pues lamiendo aquí y allá, ayudándome incluso de los dedos hasta encontrar un nuevo orgasmo entre sus piernas.
    
    Yo desconocía cómo habría sido la vida sexual de Tere antes de aquel día, pero el desconcierto que vi en sus ojos me indicó que no debía estar familiarizada con lo que acababa de hacerle.
    
    —¿Alfonso la tenía grande? —le pregunté.
    
    La amiga de mi esposa no pareció entender, pero luego negó precipitadamente con unos nerviosos movimientos de cabeza.
    
    —Yo, sí —afirmé sin dejar de mirarla.
    
    La dirección del movimiento cambió bruscamente de horizontal a vertical.
    
    —Pero no es “sólo” cuestión de tamaño —enfaticé— sino de cómo voy a usar mi polla para volverte loca, sabes.
    
    Sin más, hice que Tere se volviera a sentar correctamente, separé sus piernas y me arrodillé entre ellas. En lugar de penetrarla directamente, hice renacer su excitación separando los labios de su vulva con mi polla y dando refriegas a su clítoris con mi hinchado glande.
    
    Finalmente, la menuda mujercita me urgió que se la metiera ya. A pesar de lo grande y gorda que la tenía, mi verga se adentró con suavidad en su sexo. Los ojos deTere se pusieron en blanco, como si la hubiera drogado. Conté hasta cinco antes de empezar a follarla lo más ...
    ... delicadamente que pude y, aún así, el estupor no se desvaneció de su cara.
    
    Aunque Teresa necesitaba que la follaran más que el comer, tuve miedo de que se empachara. Paradójicamente, a medida que mis movimientos ganaron fuerza y profundidad, la recién divorciada comenzó a entusiasmarse de verdad.
    
    Tan pequeña y frágil como parecía, tuve la impresión de que la iba a desarmar. Pero no, al abrigo de su sexo, el enérgico vaivén de mi polla transformó el rozamiento en descargas de placer que la recorrieron en todas direcciones, desde los lóbulos de las orejas a los dedos de los pies.
    
    La maestra clamó que se corría y jadeó siguiendo el compás de mis caderas. Cuando más bufaba, se la clavé entera y, sin previo aviso, la alcé en volandas. Tere no pasaría de los cincuenta kilos, prácticamente la mitad que yo.
    
    Sus ojos se abrieron como platos, no sé si porque en esa postura mi miembro viril ocupaba hasta el último rincón de su vagina, o porque nunca antes la habían ensartado de pie.
    
    Sin darle tiempo a protestar por el riesgo de caída, empecé a hacerla botar. Tere no tuvo más remedio que enroscarse a mí como una serpiente, apretando sus brazos entorno a mi cuello y entrelazando sus piernas por detrás de mi cintura. Mi polla me servía de guía sobre la que alzarla para luego dejarla caer. A medida que subía y bajaba, la excitación de la amiga de mi mujer aumentó y aumentó hasta hacer explosión como una botella de champán a la que se ha agitado demasiado.
    
    Tere gritó como loca que se ...