1. Malas influencias


    Fecha: 24/09/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... arrastró a la cocina como a un chiquillo. Sin dejar de hablar ni para respirar, María José me regañó por, según ella, haberme aprovechado de su amiga y de paso haberla puesto a ella en ridículo.
    
    Evidentemente, tenía razón, de modo que en vez de replicar, me limité a aguantar el chaparrón. Como castigo por mi inmadurez, mi esposa sentenció que esa noche, además de cocinar para ellas, les serviría la cena igual que si estuviéramos en un restaurante.
    
    Para no empeorar las cosas, decidí pasar la tarde a mi aire. Saqué de mi bolsa el libro que andaba leyendo por aquel entonces y me salí al patio. Coloqué una tumbona a la sombra de la noguera y me sumergí en la lectura de “Las leyes de la frontera”, de Javier Cercas. Era una novela sobre delincuentes juveniles que se desarrollaba en la España de la Transición, un país que el estado del bienestar había relegado al olvido.
    
    Llevaba un rato leyendo cuando escuché como las chicas se marchaban a caminar. Como ya no hacía tanto calor, la imperceptible subida del camino del cementerio se les haría llevadera. Supuse que tomarían esa dirección, puesera la que mejores vistas ofrecía.
    
    Resoplé aliviado, nunca había pensado que estar con tres mujeres fuera a resultar tan estresante. Dejé de sentir envidia de los maridos de esos lejanos lugares donde se practica la poligamia. Me había bastado con unas pocas horas para comprender que el único modo de convivir con tres mujeres era estar en casa el menor tiempo posible.
    
    Dadas las ...
    ... constantes tiranteces que surgían entre ellas, no podía entender cómo mantenían, no ya una genuina amistad, sino el mero contacto. Tan pronto estaban formando alianzas para crucificar a algún ex marido u otro bribón, como conspirando las unas contra las otras para lograr imponer su voluntad.
    
    En general, más que como amigas, las mujeres de edad similar solían verse las unas a las otras como peligrosas rivales. Al menos así era como había ocurrido mientras mi esposa y las demás fueron solteras, y también ahora que dos de las tres estaban ya divorciadas.
    
    María José era la más reservada y discreta, hablaba poco y siempre iba a lo suyo. Teresa, en cambio, siempre se había comportado como una gregaria de las otras dos. Si Tere quería divertirse, sabía que la alta Beatriz siempre tenía algo en mente para pasarlo genial. En cambio, si lo que Tere necesitaba era un consejo sensato o un hombro sobre el que llorar, entonces a quien llamaba era a María José. Por último, cuando las tres hacían frente común, solía ser Beatriz quien tomaba las riendas de la manada.
    
    — ¡Ah, estás aquí! —fue precisamente la voz de Bea la que me sobresaltó un buen rato después— Como no te he visto, pensé que también te habías ido.
    
    — No, me salí a leer —aclaré, y sonriendo levemente añadí— Pero olvidé sacarme una cerveza.
    
    — ¡Oye, pues sí! —conmino la rubia— Buena idea.
    
    Cuando la amiga de mi mujer se giró para regresar adentro, mis ojos se desviaron hacia su trasero en un acto reflejo. Aquella joven ...
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