1. Malas influencias


    Fecha: 24/09/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... madura, estaba tan delgada que apenas sí tenía culo. Al ver lo holgado que le quedaba el bikini recordé con escepticismo la confidencia que me había hecho mi esposa durante una memorable velada. Costaba creer que, con aquel minúsculo trasero, Beatriz tuviera en verdad ese gusto por la sodomía que mi esposa había sugerido. Sin embargo, “in vino veritas”, que decían en la antigua Roma para referirse a la incapacidad para mentir cuando uno está borracho. Aquel día María José se había tomado sus copas y las mías.
    
    Cuando Bea volvió a salir, además de un par de cervezas, la alargada ninfa portaba también una bolsa de fritos de maíz. Curiosamente, en lugar de entregarme la cerveza que le había pedido, Beatriz dejó todo sobre la mesa y colocó una tumbona a pleno sol. Ante mi mirada de desconcierto, la rubia se tumbó al lado de la mesa y, sonriendo bajo sus grandes gafas de sol, se quitó la parte de arriba del bikini.
    
    Si mis anteriores elucubraciones sobre los gustos sexuales de Bea habían fomentadouna leve erección, la exhibición de los pequeños pero bonitos senos terminó de consolidar el motín de mi verga. La luz del sol brillaba en su piel morena, todo lo morena que una rubia natural puede llegar a ser.
    
    Al parecer, si quería beber aquella cerveza, iba a tener que levantarme yo mismo a cogerla. Evidentemente, eso revelaría mi vergonzoso estado, pero una cerveza fría es una cerveza fría. Además, los hombre hemos de ser valientes y demostrar arrojo incluso cuando las ...
    ... circunstancias son adversas. De modo que eso fue precisamente lo que hice, ponerme en pie y desfilar ante Beatriz demostrando lo hombre que era.
    
    Al mismo tiempo que yo asía mi cerveza, una mano ajena agarró también mi verga. Lo cierto fue que aquello ya no me sorprendió. Miré a Beatriz con serenidad y resignación, pero ella no hizo gesto alguno ni tampoco ademán de soltarme la polla.
    
    — Si no te importa… —rezongué con suma amabilidad.
    
    La divorciada bajó ligeramente la cara y me miró por encima de sus gafas de sol.
    
    — ¡Ups, creía que era mi cerveza! —dijo burlona.
    
    Yo pensé que la amiga de mi esposaaccedería de buen grado a soltarme la polla, pero no fue así. Todo lo contrario, Beatriz la apretó con fuerza y comenzó a meneármela. Ante aquella franca provocación, a mí se me planteaban dos opciones. La primera era ponerme serio con ella y obligarla a soltarme, en cuyo caso corría el riesgo de hacerla sentir despreciada, cosa que yo detestaba. La segunda, obviamente, era dejarla hacer y que pasara lo que tuviera que pasar.
    
    — ¡¡¡HOLA!!!
    
    Salvado por la campana o, en aquel caso, por la voz de mi mujer anunciando su regreso a casa, si bien extrañamente pronto, dicho sea de paso.
    
    — ¡Estamos aquí! —contestó Bea con mi erección todavía en su poder.
    
    Casi me mato para regresar a la tumbona antes de que Tere y María José aparecieran en el patio. Aún así, no me libré de la escrutadora mirada de mi esposa. Si bien, nada más percatarse de que Beatriz estaba haciendo topless, ...
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