1. Mi odiosa madrastra, capítulo 10


    Fecha: 08/02/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... ojos.
    
    Nadia me escuchó, entre asustada y culposa.
    
    — No era mi intención hacerte sentir así —dijo—. Es que creo que es lo mejor para pasar estos últimos días juntos… No hacer tonterías —explicó—. Pero quizás me sobrepasé. Es que no sé manejar muy bien estas situaciones —me agarró del brazo—. ¿Qué te parece si hoy vemos una película juntos? —propuso después.
    
    — No me interesa tu lástima —dije, tajante—. Y tenés razón, es mejor que te vayas. Todo esto que hiciste fue muy perverso de tu parte —dije, sin aclarar mucho más que eso.
    
    — Pero León, yo… —dijo ella, pero la dejé con la palabra en la boca, sintiendo una pizca de victoria al hacerlo.
    
    Después me mandó unos mensajes, pero yo, invadido por el resentimiento y el orgullo, ni siquiera me molesté en leerlos, sino que me limité a bloquearla.
    
    Cuando se hizo de noche, no pude evitar imaginar que vendría a transmitirme personalmente eso que decían los mensajes. Fantaseaba con que apareciera para pedirme disculpas con los ojos brillosos, a punto de llorar. Que me diría que de verdad me quería. O incluso quizás vendría a consolarme, todavía sintiéndose culpable por el estallido de rabia que había tenido a la tarde. Pero se hizo medianoche y mi madrastra no aparecía. A medida que pasaban los minutos, mi indignación se hacía más intensa.
    
    A eso de las dos de la mañana, ya no pude tolerar más la frustración que sentía. Si no me desahogaba de alguna manera, no iba a poder estar en paz. Salí de la cama. Me puse una ...
    ... bermuda y una remera, y me dirigí a la habitación de Nadia.
    
    Una vez más, en el umbral de la puerta, no tenía en claro qué era lo que quería decirle. Y también una vez más, hice girar el picaporte.
    
    La puerta se abrió.
    
    Creo que en el fondo no me esperaba eso. El hecho de que la puerta de una habitación no estuviera con llave no debería ser algo llamativo, salvo por el hecho de que todas las noches anteriores lo estuvieron. Eso debía tener un significado, aunque no tenía en claro cuál era.
    
    Atravesé el umbral y encendí la luz. Nadia estaba despierta, me dirigía una mirada extraña, como de rendición. Estaba tapada hasta el cuello con la ropa de cama. Sólo podía ver su rostro el cual tenía los ojos clavados en mí. Esta vez no parecía pretender regañarme por haber entrado sin golpear.
    
    Di unos pasos, dubitativo. En ese momento me di cuenta de cuál era el motivo por el que no me salían las palabras que quería decirle: Se debía a que tenía un deseo inmenso de que se quede a vivir conmigo, aunque fuera un tiempo más, a la vez que estaba atravesado por una apremiante necesidad de que desaparezca de mi vida y me permita volver a la aburrida pero apacible existencia que llevaba antes. Esa contradicción en mi cabeza me impedía pronunciarme de una manera concreta, hasta el punto de que en ese mismo momento me quedé en silencio, sin hacer otra cosa que mirarla.
    
    Y entonces ella hizo algo que me descolocó por completo. No sólo permaneció sin decir nada, al igual que yo, sino que ...
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