1. Y si se puede, ¿por qué no?


    Fecha: 23/09/2024, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... de liguero negro. Mejor dicho, estaba vestida para seducir. Esa era su vestimenta cuando salíamos en plan de encuentro con otros hombres, así que, observándola, un tanto extrañado, pregunté. ¿Y eso? ¿A qué se debe? Joel viene de visita, respondió. ¿Y a qué hora se acordó eso? Entró una llamada mientras tú estabas abajo. Era él. Se disculpó por no haber ido a la playa, como se había acordado. Algo se le presentó. Estuvimos charlando un rato y yo lo invité a que viniera a visitarnos. ¿Y a qué se debe la vestimenta? Creo que estoy en deuda con él. ¿Por qué? Pregunté.
    
    Creo que él nos llevó a ese recorrido con la intención de insinuárseme, pero las cosas no salieron como esperaba. Y tú ¿cómo sabes? Pregunté. Por que me lo dijo. Hablamos un largo rato sobre nuestras fantasías y experiencias pendientes. ¿Y qué tienes en mente? Pues, estar con él un rato. ¿Y es que no ha sido suficiente? Dije, tal vez, dando a entender que estaba un poco molesto. Bueno, amor, tu siempre has dicho, si se puede ¿por qué no? Y sí, desde que decidimos dar apertura a nuestras experiencias sexuales compartidas, siempre y cuando estuviésemos de acuerdo, yo mismo, tiempo atrás, justificando cualquier capricho, había dicho, ¿Por qué no? Y en esta ocasión era víctima de mi propio invento.
    
    Sabiendo lo que podía esperar en esa visita, ya había dispuesto de bebidas y snacks para pasar el rato. Según mi mujer, lo que tenían en mente podía o no podía darse. Serían las circunstancias del momento las que ...
    ... definirían el paso a seguir según ella. Joel llegó a nuestra habitación como a eso de las 8:30 pm. Se sorprendió al ver como ella estaba ataviada tan pronto le abrió la puerta y entró saludándola un tanto frío en comparación a la actitud de apertura y amistad que ella demostró al recibirle. Ya, adentro, me saludó con educación. Y seguimos hacia las sillas dispuestas en el balcón de la habitación.
    
    Una vez instalados y hechos los saludos de protocolo, fue Joel quién se atrevió a romper el hielo con un comentario. El día estuvo un poco nublado, ¿no sientes frío? Preguntó a mi esposa. Y ella, quizá intuyendo la intención del comentario, respondió. Si no te gusta, me visto diferente. No, quédate así, respondió él. Te gusta lo que ves ¿verdad? Sí, me encanta, contestó. Bueno, ¿y qué es lo que más te gusta? Siguió ella interrogando mientras sonreía. Me pareció que lo estaba haciendo sentir mal. Sin embargo, él se repuso de la inquisidora pregunta y contestó. Bueno, Laura, yo soy hombre, tu eres mujer. Qué te puedo decir. Tu marido está aquí. Me encantó tu conversación, tu manera de manejar las cosas. ¿Nada más? Sí, también otras cosas.
    
    ¿Qué otras cosas? Insistió ella. Bueno, tus piernas, tus senos y el contacto con tu piel. Eso me excitó. Y a ti, ¿qué te gustó? Que eres un hombre muy guapo, con sensibilidad, muy educado y buen conversador. ¿Nada más? También insistió él. También tu porte, tu voz, tu cuerpo y tu masculinidad, que es la manera como ella se refiere cuando ha sentido ...