Mis adoradas mujeres
Fecha: 12/10/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: WadeHolden, Fuente: CuentoRelatos
... dolía la cara de solo verla. Yo me derretía con ella, me manejaba a su antojo y ella lo sabía y se aprovechaba. Y su madre era igual, de ella lo había aprendido y/o heredado. Me dijo que necesitaba salir urgentemente conmigo, al nuevo centro comercial que acababan de inaugurar. Le pregunté para qué y no me dijo, porque era una sorpresa.
Rosi, refunfuñando, se quedó en casa y me fui con mi niña linda. Me llevó a una tienda de trajes de baño, que tenía una colección de bikinis de nuevo diseño dónde escogió unos cuantos y se fue a los vestidores a medírselos. Desde el reservado para pruebas me llamó para que le diera mi opinión. Deslizó la cortina y apareció ante mí una mujer deslumbrante, incandescente, con un mini bikini del cual no saldría ni un pañuelito, así era de pequeño. Quedé paralizado, sin saber que decir. Mi falta de reacción la tomó como negativa y se probó otro, igual de demoledor. Corrió nuevamente la cortina, que era un poco engorrosa y se mostró. Yo seguía en estado cataléptico. Me jaló de un brazo, hasta meterme al reservado y allí, de espaldas a mí, se cambió el bikini por el siguiente. Mis pulsaciones estaban por las nubes, como si hubiera corrido los 100 metros planos en 11 segundos. Y así se probó otros más, ya no supe cuántos. Quedaba en cueros mientras se colocaba otro, conmigo dentro, mirándola. Por fin el suplicio terminó y salimos de allí, pagué por todos los bikinis sin preguntar nada, bajo la mirada divertida de la cajera y nos regresamos a ...
... casa, donde se puso uno de ellos y se presentó en la piscina. Rosi se quedó callada al verla, no quiso decirle nada, al menos frente a mí. Poco después Rosi y yo fuimos a nuestras correspondientes habitaciones y nos pusimos nuestros trajes de baño; ella un bikini un poco más recatado que el de su hija y yo una bermuda. Salimos a la piscina y una vez dentro del agua, fui asediado literalmente por esa fierecilla en que estaba convertida mi sobrina. Me abrazaba, se guindaba de mi cuello como invitándome a besarla, coqueteaba conmigo descaradamente, miraba a su madre y luego a mí y se regodeaba, se restregaba de mis piernas bajo el agua, de frente y luego de espaldas, frotaba su trasero contra mi pelvis, como descuidadamente, luego se volteaba y acercaba su rostro al mío de tal manera que, si hubiera sacado su lengua, hubiera tocado mis labios. Y todo con una carita de yo no fui, de angelito seductor que no rompe un plato. Lo más traumático para mí fue que, en un momento determinado, noté que tenía una descomunal erección. Mi artefacto, de dimensiones considerables, era imposible de ocultar ni siquiera con una bermuda. Yo era un tipo muy pero muy controlado en ese aspecto, había aprendido a los golpes y las vergüenzas, rara vez me permitía una erección en público, pero para todo siempre hay una primera vez. Ni siquiera Miriam con su mejor y más seductor comportamiento de mujer atractiva, lograba eso en mí, en público. Esta vez se trataba de mi sobrina, la hija de mi hermana, mi casi ...