1. Libertad condicional


    Fecha: 23/12/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... lengüeteaba con delirio, al mismo tiempo que su polla percutía en el hambriento coño. Los jadeos de Merche se hicieron notar de nuevo y Hassan se unió al concierto recitando una sinfonía que no arrojaba ninguna duda del festín que estaba teniendo lugar en aquel antro. Las rudas manos abandonaron los aterciopelados pechos para desplazarse hasta sus nalgas y un dedo se aventuró en el pequeño orificio provocando que Merche diera un respingo, sin embargo le gustaba la sensación de la pequeña extremidad estimulándole el ano, al mismo tiempo que la polla de Hassan la follaba sin cuartel. Merche intentó acelerar los movimientos con intenciones orgásmicas, en cambio su joven amante parecía tener otros planes para ella, le dio la vuelta, la puso de lado y le levantó la pierna. Merche adivinó sus intenciones. Lo conocía demasiado como para no saber lo que venía a continuación y pese a que disfrutaba del sexo anal, no quería hacerlo por el suplicio previo que comportaba hasta que el esfínter se adaptaba a su tamaño.
    
    Por otro lado, era consciente de que Hassan no iba a recular en sus intenciones y, puesto que aquella iba a ser la última vez, decidió echar el resto.
    
    Hassan buscó el pequeño orificio con la verga embadurnada de sus caldos. Al notar el glande presionando, una punzada de dolor le hizo replantearse su decisión, y en eso estaba cuando la tuneladora siguió presionando para avanzar unos milímetros más. Merche agarró con fuerza la almohada al mismo tiempo que la mordía para ...
    ... no gritar. Hassan ensalivó abundantemente su polla y siguió empujando pese a las quejas de ella.
    
    —¡Para!, —gritó temiendo que la iba a desgarrar.
    
    —Un poco más, “fierecilla”, —jadeó él deseando darle la follada de su vida.
    
    —¡No cabe! —clamó entre gritos.
    
    —Sí que cabe, la has tenido muchas veces, “fierecilla”, —le contradijo pensando más en su placer que en el suplicio de Merche, y siguió en su tarea de perforación.
    
    Un vecino se quejó y aporreó la pared reiteradas veces. El marroquí hizo caso omiso y siguió en su empeño. Por su parte, a Merche la embargó la vergüenza de pensar que pudieran saber que estaba fornicando con él. Su coche estaba aparcado abajo y en el vecindario se conocían casi todos, tan sólo había que sumar dos y dos. En cualquier caso, su preocupación inminente era la enorme polla que avanzaba hacia el interior de sus esfínteres, pero después de largos minutos de tortura vislumbró un atisbo de sensación más placentera sin que el dolor la abandonara definitivamente.
    
    Paulatinamente, las quejas y los gemidos de dolor mutaron en suspiros más deleitosos y Merche empezó a gozar de la sodomía. Su dedo corazón buscó el clítoris para darse más placer y Hassan empezó a empujar con movimientos más dinámicos.
    
    Merche movía sus caderas por inercia en busca de más placer.
    
    —Ves como sí que te gusta, “fierecilla”, —le dijo sintiéndose un maestro, de tal modo que la abogada tuvo que reconocer que estaba disfrutando de lo lindo.
    
    Mientras Hassan aceleraba ...