1. El proctólogo


    Fecha: 31/10/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... intentó descubrir quién le estaba llamando. Unos metros más adelante, un cuerpo escultural, cubierto únicamente por unas braguitas y un sujetador de fantasía le saludaba desde dentro de una gabardina abierta de par en par. La voz le era familiar, pero no conocía ningún cuerpo como aquel. De sus años de facultad le vino a la memoria que era más sencillo reconocer una cara que un cuerpo, levantó la vista y se encontró por tercera vez en el mismo día con la cabeza de Marcela. Así que aquel cuerpo que le saludaba tan alegremente era sin duda el cuerpo de Marcela, el conocimiento médico acumulado en tantos años de profesión le decía que los poseedores de cuerpos como aquel no suelen cambiar las cabezas con amigos, ni siquiera por mucho dinero.
    
    – ¡Buenas noches Marcela! ¿Cómo tú por aquí…? –preguntó con la misma inocencia que si se hubiese encontrado a una colega proctóloga en el pasillo de un hospital extraño.
    
    – Mire, doctor, no sé cómo decírselo, pero, pero, pero es que yo… Verá, yo trabajo aquí… –respondió Marcela entre un coro de carcajadas del resto del personal femenino.
    
    – Por supuesto…, por supuesto… Es que me ha sorprendido. Ésta es la tercera vez que nos vemos en un mismo día –razonó Eulogio
    
    – Quizá se trate de una señal de los dioses… Quizá podría ser usted mi primer cliente de la noche…
    
    – O tú, mi primera clienta…
    
    – Parece un intercambio justo ¿Dónde se hospeda usted?
    
    – En el "Enano Nicanor"… Está al final de esta calle
    
    – ¿Vamos entonces…?
    
    – ...
    ... ¡Vamos!
    
    La experta vista del galeno descendió nuevamente por el escultural tronco de la muchacha hasta detenerse en las braguitas que cubrían su sexo. En lugar del suave abultamiento levemente hendido en el centro que se hubiese denotado la presencia de un Monte de Venus femenino, la transparencia de la prenda dejaba ver bien a las claras que el miembro masculino más largo y grueso que en su larga carrera hubiese visto estaba embutido a presión en aquel minúsculo trozo de tela y solo era cuestión de tiempo que lo reventase.
    
    – ¡Coño, coño, coño…! –murmuró Eulogio
    
    – No, doctor, no, eso no es un coño… Ya tendría que saberlo –respondió la voz de una pelirroja despampanante que había asistido a toda la conversación como convidado de piedra. Todas las demás chicas secundaron la ocurrencia con sus risotadas.
    
    Las carpetovetónicas gónadas del doctor Eulogio Sigüenza trabajaban a destajo vertiendo en su torrente sanguíneo una catarata de hormonas surtidas, de resultas de lo cual le subió la presión, los ojos se le salieron de las órbitas, se le erizó el vello de la nuca y sintió un súbito prurito en el escroto que le obligó a rascarse la entrepierna, como solía sucederle siempre que se excitaba.
    
    Decidieron que sería más discreto bajar en taxi que pasearse por la ciudad con el riesgo evidente de ser reconocidos por algún otro asistente al congreso. Mientras el taxi recorría los escasos quinientos metros que separaban el inicio del paseo del hotel "Enano Nicanor", Marcela se ...
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