1. Mi odiosa madrastra, capítulo 7


    Fecha: 11/03/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... la situación. ¿Quién en su sano juicio soportaría tener a semejante culo en sus narices, con la autorización de ella misma de estrujarlo, y se limitaría a hacer eso y nada más? Dudaba de que existieran muchos hombres que no intentarían correrle la tanga a un costado y cogerla ahí nomás.
    
    Pero de nuevo, ninguno de esos hombres llegaría nunca a estar en esa situación, porque mostrarían sus garras tarde o temprano, y ella jamás les confiaría ser los coprotagonistas de sus videos eróticos. Claro, eso debía ser. Yo mismo era el responsable de estar en esa situación. Mi integridad me había colocado ahí.
    
    Sin embargo, la abstinencia se estaba haciendo demasiado pesada, y la única mujer con quien interactuaba era con ella. Y el encierro seguía prolongándose, y la reputísima madre que parió al mundo.
    
    Bajo esa dolorosa ducha, no pude sacarme de la cabeza el perfecto ojete de mi madrastra, moviéndose sensualmente bajo esa falda, o con el vestido levantado, para recibir mis nalgadas. ¿Cómo se había sentido? Duro y suave. Esas dos simples palabras describían perfectamente a una de las situaciones más estimulantes que había experimentado en mi vida.
    
    Y sin embargo sabía que no podía hacer más que eso. No, no era sólo que no podía, era que no debía. Y tampoco era solo que no podía ni debía, era que no quería.
    
    No, no quería. No quería cogerme a mi madrastra. Y sin embargo ahí estaba, empezando a masturbarme, con las manos resbaladizas por el jabón, que se frotaban frenéticamente ...
    ... en el tronco. Y el cuerpo me dolía, y sospechaba que había levantado fiebre, pero ahí estaba. Si no descargaba mi lujuria en ese mismo instante, no tardaría en convertirme en un troglodita, igual a esos que siempre detesté, que piensan con la verga en lugar de hacerlo con la cabeza. A mí no podía pasarme eso. ¡Yo tenía principios!
    
    Y entonces acabé. El semen saltó en línea recta hacia arriba, y cayó sobre mis propios genitales. En la intensidad del goce, había retrocedido un poco, por lo que el agua ya no caía sobre él, así que el líquido viscoso se deslizaba lentamente por mi tronco y mi peluda pelvis.
    
    Y entonces me percaté de algo terrible. Las pocas energías que me quedaban habían sido absorbidas por el orgasmo. Sentí que el dolor en el cuerpo ahora me atravesaba con mayor intensidad. Mis piernas temblaron, me sentí mareado. Atiné a agarrarme de la cortina del baño, pero fue en vano. Los ganchos que pasaban a través del caño, se fueron soltando uno a uno, debido a mi peso, y entonces caí al suelo, sentado de culo.
    
    — ¡León! ¿Pasó algo? —preguntó Nadia del otro lado de la puerta, ya que había escuchado el escándalo de la cortina.
    
    Le dije que no pasaba nada, pero me di cuenta que apenas estaba susurrando. Y entonces sentí que se disponía a abrir la puerta.
    
    — ¡No, no entres! —exclamé, pero la voz salió apenas más fuerte que la primera vez.
    
    Así que Nadia entró. Por primera vez la vi desencajada. No sólo estaba preocupada, sino asustada.
    
    — ¡¿Qué pasó?! —quiso ...