Mujer joven algo perdida
Fecha: 12/04/2025,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos
... de explicar, llegué a decirles que los amaba a todos.
Ahora estoy con los marxistas-leninistas, aunque sus interminables debates internos sólo me incitan a callarme y a dibujar corazoncitos sonrientes en sus afiches propagandísticos. Cuando me presenté ante ellos, las primeras veces iba siempre de zapatillas y perfume floral, dulce y delicado; blusa corta de mangas largas color violeta y calza deportiva oscura con un talle menos; cabello lavado con fragancia a menta refrescante y pendientes de aros con forma de corazón hechos de plata; con el aliento a té de rosa mosqueta caliente y ojos delineados; pintalabios saborizado y lencería blanca transparente. Casi no me hicieron preguntas y me aceptaron de inmediato, a pesar de que me presenté con el nombre de Anna Malena Koshka.
“Me tenés la pipa ardiendo y quemando, vos”, me escribió en uno de esos afiches partidistas el primer “chongo (hombre)” con el que a escondidas me trastabillé de la risa usando mis propias medias para taparle el “cucharón de madera”. “Lo escribiste mal”, le dije al oído; “Se dice pija”, y le pasé la lengua en el lóbulo de la oreja. El día en que me echen de allí, los traicionaré yéndome con los comunistas de corte maoísta.
—¿Con qué apelativo te gustaría que te llame?
—Ningún apelativo. Llamame… Gina. Gina Alena Pavlova.
El cortejo hacia personas que apenas conozco, o que desconozco totalmente, me gusta demasiado. Se me sube la adrenalina cuando realizo esas miradas, cargantes de ...
... intenciones y al mismo tiempo suplicantes de complicidad; esas sonrisas que se esfuerzan por no parecer muy obvias; esos saludos entusiasmados por querer iniciar algo recordable; esos tuteos o esos voseos deseosos de marcar territorio en el terreno de la confianza ajena; esos halagos trepadores y esos silencios anti sepulcrales; esos milimétricos acercamientos y esos susurros encantados de contribuir en lo que pueden; esos ligeros o pequeños toqueteos que quieren aparentar ser inocentes pero que no lo son. O cuando digo esas palabras picantes, amables, pero también sicalípticas, con suavidad, queriendo desencadenar lo que no me atrevo a decir. Y bien, pero bien, que me emociono o me excito cuando esas sutilezas son correspondidas por mi receptor, por más que tales respuestas sean tan modestas como un cortometraje.
Para mí, toda esa secuencia es como un refrescante que se da a una vida –mi vida– que, desde mi propia perspectiva, carece de gracia o de fascinación. Una suerte de evasión temporal de mis obligaciones diarias. Una forma extraña de actuar –y muchas veces peligrosa– para una mujer joven algo perdida, que está en busca de la felicidad. Aunque a veces, sólo en el más patético de los casos, no me lo quiera reconocer ni a mí misma.
Soy plenamente consciente de que mis redondeces lisas y tensas, un día se convertirán en grasas temblorosas cubiertas por una epidermis relajada y blancuzca. A veces pienso en abrazarme a la idea de tener una familia propia, pero el vértigo de ...