Mi harem familiar (Introducción. Cap. 1)
Fecha: 23/04/2025,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: WadeHolden, Fuente: CuentoRelatos
... asunto, porque la experiencia me había enseñado que esas dos maravillosas y dulces mujeres, cuando lo hacían, se transformaban en unas arpías prestas a devorarme si me ponía cómico. Al final, siempre salía perdiendo y me quedaba sin entender ni jota.
Al regresar al apartamento de la playa, encontramos a mamá ya dispuesta a bajar a tomar el sol en la piscina. Nuestro paseo post desayuno había sido muy cordial y agradable, pero bajar con ellas dos a la piscina, superaba cualquier otra cosa. Ana entró a su habitación a ponerse su bikini y cuando salió, me encontró poniéndole el aceite bloqueador solar a Sugey por la espalda. Luego las piernas, por todos lados y ella, por sí misma, culminó por sus brazos, hombros y pecho. Enseguida Ana reclamó su turno y me dejó hacerlo, más bien me exigió que lo hiciera y completo, por todo el cuerpo, incluyendo sus nalgas y pecho. Hasta deslicé unos dedos por su raja trasera y luego por debajo de sus maravillosos senos con su aprobación en forma de sonrisa. Sugey, que todo lo captaba, me lanzó una mirada fulminante, que yo repliqué con un beso en sus hermosos labios. Por supuesto, me dio un golpecito de rechazo en el pecho y el clásico ¡Bandido, que soy tu madre!
Ana se moría de la risa, por su atrevimiento ¿O el mío? No lo sé, pero estaba gozándoselo de lo lindo.
Listo el proceso del bloqueador solar en ellas, me tomaron en cambote para colocármelo a mí, sin reparos púdicos. Me toquetearon lo que les dio la gana y se reían en mi ...
... cara. Por supuesto, me puse malote y eso aumentó las risas. Tuve que hacer unas cuantas flexiones de pecho para recomponerme y poder bajar con ellas de mis brazos.
Me sentía orgulloso de llegar al área de la piscina, donde se encontraban vecinos y amigos de años, con mis dos beldades tomadas de mis brazos. Se me henchía el pecho, ciertamente. Algunos nos saludaban respetuosamente, otros con verdadero afecto y alguno que otro con un silbido en honor de mis chicas. Nos sentábamos en una mesa con toldo que ya había reservado temprano con la clásica banderita del número de nuestro apartamento, que contaba con cuatro sillitas de playa y dos tumbonas. Ellas, directo a las tumbonas a empezar el tratamiento solar y yo a una de las sillas, para conversar con una de nuestras vecinas, una señora de alrededor de 50 primaveras muy bien llevadas, que me tenía ciertamente colgado. Lamentablemente, yo me colgaba de la brocha y ella siempre me quitaba la escalera. Pero algún día le pondría la mano encima y entonces…
- Hola, Tito querido, siempre tan bien acompañado. Tus chicas están espléndidas esta mañana. – me saludó.
- Al igual que tú, Simona querida. Siempre tan bella y… tan esquiva…
- ¿Esquiva? No, mi amor, yo a ti no te esquivo, huyo descaradamente de ti, porque me han dicho que eres muy peligroso. Parece que tienes algo que muerde o pica, no sé, algo que tiene nombre de animal.
- ¿Será anaconda?
- Eso, anaconda. Eso es una culebra venenosa ¿Cierto? Me picas y me muero. – ...