1. Mi harem familiar (Introducción. Cap. 1)


    Fecha: 23/04/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: WadeHolden, Fuente: CuentoRelatos

    ... me dijo muy chistosita ella.
    
    - No, te explico. La anaconda es una culebra muy grande, quizás la más grande del mundo. Es constrictora, no venenosa. Ella te muerde una parte de tu cuerpo, por ejemplo tu culito… ejem, perdón, tu brazo, para tener un punto de apoyo y luego te enrolla con todo su largo y muy grueso cuerpo, de seguidas empieza a apretarte hasta que te hace llegar al clímax, ejem, es decir, te asfixia y luego mueres. Después, para rematar la faena, te traga entera, con bikini y todo y pasa unas cuantas semanas haciendo la digestión. Al final, escupe por la boca tus huesos y el bikini. Es algo sublime, te lo aseguro.
    
    - Yo mejor me subo a mi apartamento, porque creo que tú eres muy peligroso, jejeje.
    
    - No te preocupes, hoy la anaconda no tiene hambre, estás a salvo. Pero cualquier otro día, podría ser el día… o la noche…
    
    - Bueno, entonces vamos al agua, porque ya me acaloré… – y se levantó, dejándome apreciar todo ese pedazo de hembra que se movía rumbo a la piscina.
    
    Si esa mujer hubiera sabido que el agua era el hábitat preferido de las anacondas, no hubiera entrado conmigo a la piscina. Pero allí cerca estaban presentes mis dos amores, Sugey y Ana y tenía que comportarme. Me metí al agua y di unos cuantos largos antes de acercarme de nuevo a Simona, para conversar amistosamente, ya sin dobles sentidos.
    
    Luego de asolearse unos minutos por el reverso y otros por el anverso, como si de dos bistecs a la brasa se tratara, mis chicas decidieron entrar ...
    ... al agua a martirizarme. Si, porque eso era lo que hacían y yo sospechaba que con premeditación y alevosía. Llegaron a mí, que seguía con Simona y empezaron los toqueteos, los brazos, la espalda, a mamá le gustaba arañarme el pecho con sus cuidadas y afiladas uñas. A Ana le encantaba subirse a mi espalda y pegarme sus pezones, a mansalva. De toque en toque, me iba poniendo peligroso y ellas lo notaban y les divertía. Simona también disfrutaba, porque con ellas allí, se sentía segura. A salvo de la anaconda.
    
    Luego de tontear bastante en la piscina y reírnos como niños, salimos los cuatro a jugar una partida de ping–pong. Sugey, mi eterna pareja y yo contra Ana y Simona. Debo aclarar que soy subcampeón de los juegos de mi facultad, la de Ciencias Económicas de la UCV y sin embargo, tanto Simona como Sugey y Ana, no son fáciles presas. Son jugadoras consumadas. Además, mi querida Ana es una tramposa. Gusta de dejarme ver una areola o un pezón, así, descuidadamente, antes de lanzar un mate. Luego se arregla de nuevo el sostén del bikini, hasta el próximo lance, en que lo vuelva a intentar, casi siempre con éxito. Simona, por su parte, se soba mucho las maravillosas ubres que porta, con el mismo fin, distraerme. ¿Y saben qué? Lo logran.
    
    Después de varios pezones de Ana y mucho sobeteo de tetas de Simona, ganaron por 21 a 18, 21 a 15 y 21 a 17. Y Sugey me juró que para la próxima solicitaría que nuestras contrincantes se colocaran antes una franela, porque jugaban con demasiada ...
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