1. Mi harem familiar (Introducción. Cap. 1)


    Fecha: 23/04/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: WadeHolden, Fuente: CuentoRelatos

    ... ventaja.
    
    Culminada la competencia, subimos a ducharnos y arreglarnos para salir a almorzar a Las 15 Letras, un tradicional restaurante de Macuto. Invitamos a Simona y nos fuimos los cuatro en mi auto.
    
    El almuerzo fue placentero y con algunas travesuras que resultaron intrascendentes, así que regresamos tranquilos para tomar una siesta porque el calor era agobiante. Yo le pregunté a Simona si podía tomar la siesta con ella, en su apartamento, pero la muy zángana me dio un toquecito en la anaconda con su dedo índice y me dijo:
    
    - Ni de vaina.
    
    Mamá y mi hermanita se sonrieron por mi derrota y subimos a nuestro apartamento. Yo, no más llegar, me lancé a mi chinchorro en medio del salón y Ana se fue al baño. Sugey me miraba con cara de niña traviesa y de pronto me preguntó:
    
    - ¿Y mi derrotado compañero de juegos no gustaría de tomar la siesta abrazadito con su compañera, en mi cama? Es que me siento muy solita… muy solita… - me dijo, haciendo pucheros…
    
    Enseguida, como si tuviera un resorte, me levanté y la acompañé a su habitación.
    
    Una vez acostados en cucharita, se oyó la voz de Ana, a través de la puerta cerrada:
    
    - Sugey, para variar me hiciste trampa, te aprovechaste que me estaba orinando. No se puede confiar en ti, eres una descarada, siempre juegas con ventajas...
    
    - ¡Siempre! – contestó la indiciada.
    
    Al terminar la siesta, muy reparadora por cierto, nos levantamos para ir a caminar por el boulevard, como últimamente solíamos hacer, los tres ...
    ... tomados de las manos. A mi diestra, Ana con sus deditos entrelazados con los míos y a mi siniestra, Sugey agarrada de mi brazo. La brisa estaba agradable, ya no quemaba nuestros rostros. Las frondosas cabelleras de mis damas eran abatidas a un lado y otro de sus lindas caras, a veces se metían en mis ojos, pero era delicioso. Las personas nos veían pasar y más de una vez escuché algo como: “Coño, que buen par de hembras” o “Mira que nalgas tan sabrozotas” o “Carajo ¿Viste las tetas de esas mujeres?”
    
    Yo escuchaba y para mis adentros, mentalmente, les respondía: “Si, pero es carne que no comerás, imbécil”. Yo tampoco podría, pero estaba seguro que ellos no. Eran hembras muy finas para que cualquiera de esos pobres diablos pudieran aspirar a algo más que verlas pasar.
    
    - Ana, hermanita querida, ¿ya se te pasó la rabieta con Sugey? – le pregunté con mi mejor cara de conciliación.
    
    - Ella siempre me juega sucio, se aprovecha de cualquier cosa para quedarse contigo y dejarme por fuera, como la guayabera. Pero algún día le voy a ganar y entonces, ya verá… aventajada… huuuu. – y le sacaba la lengua a nuestra madrecita bella.
    
    - Yo tengo el derecho divino, porque soy su madre, en cambio tú eres su hermana. Donde manda capitana, no manda marinera. Jejeje.
    
    - Bueno, mami, yo creo que tienes el derecho divino… cierto, pero el izquierdo también, jajaja. – le dije de manera jocosa, como buscando alegrar la conversa.
    
    - Bandido, falta de respeto, sinvergüenza, a todo le buscas el ...
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