1. Mis odiosas hijastras (8)


    Fecha: 30/07/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... las mujeres, es que nosotros lo hacemos por pura calentura. Una vez que nos desquitamos, volvemos a los brazos de la mujer que amamos. Pero ellas, en cambio, cuando se cogen a otros, esto tiende a ser el preludio de una inminente ruptura.
    
    —Bueno, ya que sos confiable, quiero aprovechar para pedirte algo —dijo Sami, haciendo la bandeja con el pocillo ya vacío y la panera con apenas una tostada a un lado.
    
    Corrió a un costado la frazada con la que se estaba cubriendo. Después, hizo algo que me dejó petrificado, e incapaz de pronunciar palabra alguna: bajó el cierre del pijama. Un lindo corpiño rosa con tiras negras apareció ante mi vista. Un corpiño que cubría esas tetas, que eran mucho más grandes que lo que uno podría aventurar a adivinar cuando las veía cubiertas con sus prendas holgadas. Bajó el cierre totalmente, hasta la altura del ombligo, y después, con unos movimientos algo torpes, se deshizo del pijama.
    
    Quedó ante mi vista, solo con ropa interior. La braga hacía juego con el corpiño. Era rosa, con los bordes negros. Sami se acostó. Sus ojos, encendidos, apuntaron a mí. Lo primero que pensé fue que, después de todo, había sido ella la que me visitó en la madrugada. Pero ya me había equivocado tantas veces, que esta vez guardé la compostura. Y sin embargo ahí estaba, en su cama, semidesnuda. Se había despojado de su tierno pijama frente a mí. Y no por primera vez, vi ante mis propios ojos, cómo esa niña se convertía en una mujer, tan hermosa y sensual como sus ...
    ... hermanas. Pero sin perder esa cuota de ternura que la caracterizaba. De hecho, su sensualidad estaba íntimamente ligada a esa ternura infantil que irradiaba por todos sus poros. La vi de arriba abajo. Su abdomen plano, sus pechos, que se inflaban mientras tomaba aire, sus piernas carnosas, sus ojos de cielo, su cabellera lacia platinada… Un angelito, acostada en su cama, esperándome a que la acompañara.
    
    Sami abrió las piernas. Me pregunté si de verdad estaba pasando eso que estaba pasando. Después de la decepción con Agos y Valu, al fin se me iba a dar lo que tanto deseaba, de la mano de la menos pensada. Todos los sentimientos paternales que se habían elevado hacía unos minutos, ahora desaparecían, y hasta parecían absurdos. Una excitación creciente fue su reemplazo.
    
    —¿Ves lo que me salió acá? —preguntó Sami, señalando su muslo derecho, muy cerca de la bombachita que cubría su sexo.
    
    —¿Qué? —pregunté, desconcertado.
    
    —¿No lo ves? Me salió eso ayer —dijo ella.
    
    Fruncí el ceño, confundido. Sami movía su dedo índice sobre esa parte del muslo, como si dibujara una figura sobre la piel. Ahí me di cuenta. Tenía una protuberancia en el muslo. Una roncha, casi del mismo color de la piel, en forma de nube.
    
    —Sami, eso debe ser simplemente de algún insecto que te haya picado sin que te dieras cuenta.
    
    —Pero si con este frío no hay ningún mosquito —dijo ella, encogiéndose—. ¿Habrá sido una cucaracha? Por favor, decime que no.
    
    —Las cucarachas no pican —aseguré. Aunque ...