D O Ñ A S O L E (3)
Fecha: 01/12/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... finalmente, en el espejo y la imagen que reflejó le mereció, sino un diez, por modestia más o menos falsa, sí un 9,5… Faltaba escoger el vestido que luciría ante su maridito; ella era un poco bastante enemiga de blusas, faldas y, no digamos, pantalones… Una mujer es una mujer, y como tal debe parecer, pensaba en aquellos todavía años 60, si bien despendolándose ya “a sé acabar e consumir”, por lo que era raro que no usara, normalmente, vestidos… Eso sí, asaz “despechugados y mini falderos. Tras mirar y mirar en su vestuario, Sole acabó decidiéndose por un vestido tipo camisero, desmangado en tirantes de dos-tres dedos de ancho y abotonado al frente por una hilera de botones que, desabrochada hasta abajo, dejaba al aire su piel hasta pelín por debajo del ombligo… Se lo calzó, obviando tanto sujetador como braguitas, por muy casi tanguitas que estas fueran y en los pies unas chinelas de calle, destalonadas, de buen tacón alto, a mí me gustan así los zapatos de las mujeres, y sujetas al pie por una sola y finísima tirita de cuero-serraje, como el resto del zapato, sujeta a sus lindos deditos, con lo que los dejaba más que a la vista y en todo su divino esplendor… Y es que tampoco ignoraba mi semi-fetichismo por unos bellos pies de mujer Mi llegada casa fue lo acostumbrado: Diciéndola lo loquito que me tenía y besándonos con la pasional sed del náufrago a la deriva o del perdido en pleno y ardoroso desierto, Nos pusimos a comer y ahí yo empecé mi empecinado interrogatorio sobre ...
... lo que me parecía sonado cambio en su actitud hacia mí, evidenciado a partir de sus amorosas exclamaciones de la noche anterior… Ella trató de defenderse, y a veces como gata panza arriba, aduciendo que no recordaba nada y que, en todo caso, sería consecuencia de la “fiebre” del momento, lo que rebatí recordando su comportamiento de aquella misma mañana, mucho más cariñosa que otras veces… Y al fin, se lo saqué: Sí; me quería… Me quería muchísimo… Con locura… Con toda su alma… Como a hombre alguno amara jamás en toda su vida… Estaba tan enamorada de mí como yo de ella… Para mí, la locura, vamos… Allí acabó la comida, pues, sintiéndome caballero al viejo estilo, o galán de folletín más decimonónico que otra cosa, la tomé en brazos y, en volandas, con ella abrazada a mi cuello y diciéndome a carcajadas aquello de “No, si ya verás, al suelo vamos los dos, tirillas, más que tirillas”, a propósito de mis, más bien, mermados músculos. Por el camino quedó, caído y olvidado, el liviano calzado de ella, pero que conste que, heroicamente, aguanté con su cuerpo en brazos hasta depositarlo sobre la cama de nuestra alcoba. Ya allí me lancé, para empezar, sobre sus desnudos pies, saboreando, uno a unos, cada dedito de tan divina ambrosía… Sole no paraba de reír, mientras decía “Que me haces cosquillas, bruto; más que bruto”… Pero eso lo decía con la boquita chica, pues anda y que no le gustaba que distinguiera así los deditos de sus pies… Y sus mismos pies… Saciado ya de tan dulce manjar, ...