Desbordada: Confesiones de una sesentona indomable
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos
... una larga distancia.
—No podía irme así —confiesa, su voz ronca—. Necesitaba esto.
—Yo también —admito, sorprendida por mi propia audacia.
Por un momento, el tiempo se suspende en ese vestíbulo a oscuras, convertido súbitamente en el centro del universo. Luego, la realidad regresa como una marea: mi matrimonio, su soledad, nuestras edades, las complicaciones. Todo lo que hemos dejado momentáneamente fuera vuelve a infiltrarse.
—Me gustaría invitarte a subir a mi piso —dice, su voz más grave de lo habitual—. Pero entendería perfectamente si...
—Sí —lo interrumpo, sorprendiéndome a mí misma por la decisión en mi voz—. Me gustaría subir.
El apartamento de Ximo es exactamente como lo imaginaba y, al mismo tiempo, completamente diferente. Esperaba el espacio ordenado y meticuloso propio de un relojero, pero me sorprende su calidez. Las paredes están pintadas en un tono terracota que absorbe la luz de las lámparas, creando una atmósfera acogedora. Estanterías repletas de libros se alternan con pequeñas vitrinas donde reposan relojes de diferentes épocas y estilos.
—¿Te apetece otra copa? —pregunta mientras deja las llaves en un cuenco de cerámica junto a la puerta.
—Sí, gracias.
Me quedo de pie en medio del salón, súbitamente consciente de la intimidad del momento. No estoy acostumbrada a estar en la casa de otro hombre. Percibo la vibración de mi teléfono en el bolso pero decido ignorarlo.
Ximo regresa con dos copas de vino tinto. Por la etiqueta que ...
... alcanzo a ver, es un Rioja de buena cosecha.
—Brindemos —propone, acercándose—. Por los nuevos comienzos.
—Por los nuevos comienzos —repito, y nuestras copas se encuentran con un tintineo cristalino.
El primer sorbo de vino me da valor. El segundo disuelve parte de mi nerviosismo. Para el tercero, ya me he sentado en su sofá, admirando una fotografía enmarcada de lo que parece ser un taller antiguo de relojería.
—Era de mi abuelo —explica, sentándose a mi lado—. En Suiza. Emigró allí después de la guerra civil y se formó con los mejores. Cuando regresó a España en los setenta, trajo consigo todo ese conocimiento.
—¿Por eso te iniciaste en la relojería? —pregunto, genuinamente interesada en su historia.
—En parte. —Su sonrisa tiene un matiz melancólico—. Pero sobre todo porque con él sentía una conexión que nunca tuve con mi padre. Mi abuelo tenía paciencia infinita. Me enseñaba que cada pieza, por pequeña que fuera, era esencial. Que los mecanismos más perfectos están hechos de imperfecciones coordinadas.
Hay algo tan personal en esta confesión que me conmueve. No es la seducción calculada que esperaba del "relojero sexy" del edificio, sino una vulnerabilidad auténtica.
—Es una bonita filosofía —comento—. Las imperfecciones coordinadas.
—Como las personas —añade, mirándome directamente—. Cada uno con sus piezas rotas, sus engranajes gastados. Pero cuando encuentras a alguien cuyas imperfecciones encajan con las tuyas...
Deja la frase inacabada, ...