1. Desbordada: Confesiones de una sesentona indomable


    Fecha: 13/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos

    ... pero su mirada completa lo que las palabras no dicen. Sin apartar sus ojos de los míos, toma mi copa y la deja sobre la mesa, junto a la suya. Luego, con una delicadeza que me desarma, coloca su mano en mi mejilla.
    
    El primer beso es tentativo, casi tímido. Una pregunta más que una afirmación. Respondo acercándome más, permitiendo que el beso se profundice. Ha pasado tanto tiempo desde que sentí esta clase de deseo que me sorprende la intensidad con que recorre mi cuerpo.
    
    Sus manos —esas manos precisas de relojero— recorren mi espalda, mi cintura, con una delicadeza que contrasta con la urgencia creciente de nuestros besos. Me descubro respondiendo con un abandono que creía olvidado, como si mi cuerpo recordara un lenguaje que mi mente había archivado.
    
    —Pepa —murmura contra mi cuello—. No sabes cuánto tiempo he deseado esto.
    
    Sus palabras encienden algo primario dentro de mí. No se trata solo del deseo físico, sino de la necesidad de ser deseada, de ser vista como mujer completa y no como una versión desvaída de lo que fui.
    
    —Yo también —admito, y es liberador pronunciar estas palabras en voz alta.
    
    Nos besamos de nuevo, con más urgencia esta vez. Sus manos encuentran el cierre de mi vestido, y contengo la respiración. Hace décadas que nadie aparte de mí misma ve mi cuerpo desnudo. ¿Qué verá él? ¿La inevitable marca del tiempo, la gravedad, los años?
    
    Como si leyera mis pensamientos, Ximo se detiene.
    
    —¿Estás segura? —pregunta, su voz ronca de deseo pero ...
    ... sus ojos atentos, respetuosos.
    
    La pregunta me conmueve porque entiendo lo que realmente está preguntando: no si quiero continuar, sino si estoy preparada para este paso, para todo lo que implica.
    
    —Estoy segura —respondo, y para mi sorpresa, lo estoy.
    
    Subimos al tercero. Su piso es ordenado. Masculino. Funcional. Algunas cajas aún sin abrir me llaman la atención.
    
    El dormitorio es sobrio. Una cama grande. Mesillas de noche. En una de ellas, un bote de lubricante vaginal destaca como un intruso del pasado.
    
    —Perdona el desorden —dice, apresurándose a guardar el lubricante en un cajón.
    
    —No lo guardes —le detengo, sorprendiéndome a mí misma—. Puede que lo necesitemos.
    
    Sus ojos se oscurecen. Se acerca. Me besa de nuevo. Sus manos expertas inician un lento descenso por mi vestido. Botón a botón. Con la misma precisión con que desmonta un reloj.
    
    El primero cede bajo sus dedos hábiles. Siento el aire fresco acariciar la piel recién expuesta de mi clavícula. El segundo botón libera más espacio. Su dedo índice traza un camino invisible entre mis clavículas, descendiendo hacia el valle entre mis pechos. Un escalofrío me recorre entera. El tercer botón revela el nacimiento de mis senos. Su respiración se vuelve más pesada. La mía también.
    
    Cuando desabrocha el cuarto botón, mis pechos quedan parcialmente expuestos. Sus dedos rozan deliberadamente la piel sensible del contorno. No toca mis pezones, pero están tan cerca que puedo sentir el calor de sus manos. Gimo ...
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