Desbordada: Confesiones de una sesentona indomable
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos
... cascada de «qué hubiera pasado si». Ahora, en cambio, lo veo como una confirmación: no hay caminos correctos o incorrectos, solo decisiones que nos llevan a diferentes versiones de nosotros mismos.
Las semanas en Cullera se convierten en un mes, y el mes amenaza con extenderse indefinidamente. Hay algo adictivo en esta libertad, en la sencillez de mis días estructurados solo por los ritmos naturales: el amanecer para nadar, las mañanas para escribir en mi cuaderno que ya va por la mitad, las tardes para pasear por el pueblo o sentarme a leer frente al mar.
Quique y yo hablamos cada noche. Nuestras conversaciones han evolucionado: ya no son los intercambios superficiales de información que caracterizaron nuestros últimos años, sino diálogos reales donde compartimos pensamientos, recuerdos, incluso miedos. Me cuenta sobre sus visitas al médico (el «algo» que encontraron resultó ser benigno, pero requiere seguimiento), sobre los programas que ve, sobre sus reflexiones respecto a nuestra vida juntos.
—Echo de menos tus libros por todas partes —me dice una noche—. Incluso tu manía de dejar vasos de agua a medio terminar en cada superficie disponible.
Su confesión me sorprende y me conmueve. ¿Cuándo fue la última vez que Quique notó algún detalle de mi presencia, más allá de lo funcional?
Ximo y yo mantenemos una conexión diferente. Nuestros mensajes son menos frecuentes pero más intensos. No hablamos por teléfono —por acuerdo tácito, como si ambos supiéramos que ...
... su voz despertaría sensaciones que no estoy preparada para gestionar a distancia. En cambio, me envía fotografías: un amanecer desde su ventana, un reloj especialmente hermoso que está restaurando, sus manos trabajando en un mecanismo delicado. Yo respondo con imágenes del mar, de las calles de Cullera, de los gatos callejeros que he adoptado informalmente.
«Te echo de menos», me escribe una noche. «No como una obligación ni una demanda. Solo como una constatación: el mundo tiene más color cuando estás cerca».
Sus palabras despiertan en mí una emoción compleja: alegría por ser deseada de esa manera, nostalgia por lo que hemos compartido, confusión sobre lo que siento realmente.
Una tarde de finales de septiembre, recibo una llamada inesperada: es mi hija mayor, Claudia.
—Mamá, ¿cuándo piensas volver? —pregunta sin preámbulos—. Papá está... diferente. Y nos preocupa que estés tanto tiempo fuera.
Su tono tiene esa mezcla de preocupación y reproche que las hijas adultas perfeccionan cuando sienten que los roles se han invertido y ahora son ellas quienes deben cuidar de sus padres.
—Estoy bien, cariño —respondo con calma—. Mejor que bien, en realidad. Este tiempo para mí está siendo... necesario.
—Pero papá dice que te fuiste porque necesitabas espacio. ¿Espacio de qué? ¿De él? ¿De nosotros?
La pregunta me golpea con su simpleza: ¿de qué estoy buscando espacio realmente?
—No es tan sencillo, Claudia —respondo, midiendo mis palabras—. A veces, después de ...