Desbordada: Confesiones de una sesentona indomable
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Lucas 2304, Fuente: TodoRelatos
... toda una vida dedicada a los demás, una necesita recordar quién es por sí misma.
Hay un silencio al otro lado de la línea, y puedo imaginar a mi hija procesando esta información, tratando de encajarla en la imagen que siempre ha tenido de mí: la madre práctica, la esposa abnegada, la profesora vocacional.
—¿Estás bien? ¿De verdad? —pregunta finalmente, y su voz ha perdido el filo acusatorio.
—Estoy mejor que en años —respondo con sinceridad—. Estoy redescubriendo partes de mí que había olvidado. Estoy... viviendo, Claudia. Plenamente.
Otro silencio, más largo esta vez.
—Vale —dice al fin—. Supongo que... me alegro por ti. Solo que es raro verte tan... independiente.
Su observación me hace sonreír. ¿Cuándo fue que dejé de ser una persona independiente a ojos de mis hijas? ¿Cuándo comencé a definirme exclusivamente por mis relaciones con los demás?
Después de la llamada, camino hasta la playa. El atardecer pinta el cielo de tonos cobrizos y violetas, un espectáculo que nunca me cansa. Me siento en la arena, dejando que los últimos rayos de sol acaricien mi piel.
La conversación con Claudia ha removido algo en mí: la conciencia de que, aunque este tiempo en Cullera ha sido revelador, no puedo quedarme indefinidamente. Tengo una vida en Valencia, relaciones que necesitan resolución, decisiones que debo tomar.
Saco mi cuaderno y escribo:
«Quizás el verdadero coraje no está en huir de lo que nos duele, sino en regresar a ello con nuevos ojos. Quizás ...
... la verdadera libertad no es la ausencia de vínculos, sino la elección consciente de cuáles mantener y cómo vivirlos».
La decisión de volver a Valencia llega con la misma claridad con que decidí irme. No es una rendición ni un retroceso, sino el siguiente paso natural en este viaje de autodescubrimiento.
Mayte, siempre perspicaz, lo nota incluso antes de que yo lo anuncie.
—Has tomado una decisión —observa durante nuestra cena.
—Vuelvo a Valencia —confirmo—. No porque tenga todas las respuestas, sino porque es allí donde están las preguntas que necesito enfrentar.
Mi hermana asiente, sin sorpresa.
—¿Sabes ya qué harás? ¿Con Quique, con el relojero?
—No exactamente —admito—. Pero sé que debo enfrentarlo cara a cara. No puedo seguir posponiendo indefinidamente.
Esa noche, envío dos mensajes. A Quique: «Vuelvo el viernes. No para retomar donde lo dejamos, sino para hablar honestamente sobre nuestro futuro, cualquiera que sea». A Ximo: «Regreso a Valencia. Me gustaría verte, cuando esté instalada. Tenemos mucho de qué hablar».
Las respuestas llegan casi simultáneamente.
Ding.
El sonido me sobresalta, provocando que casi derrame mi té sobre el sofá de Mayte. La pantalla se ilumina con un mensaje de Quique: «Te estaré esperando. Sin presiones, sin expectativas. Solo con la alegría de volver a verte».
Mis dedos aún están suspendidos sobre el teléfono, procesando sus palabras, cuando...
Ding.
Segundo sobresalto. Esta vez el té sí se derrama un ...