Dominio Interno (3) - Relatos Eróticos

Dominio Interno (3)

... están libres, y se masturba con frenesí. Es lo único en lo que puede pensar.

Entonces, Kaela se arquea y suelta un grito ahogado. Echo sonríe, lleno de placer.

Y Enzo siente que el aire se le corta, y un orgasmo lo golpea sin permiso. El más intenso de su vida.

Kaela cae sobre la cama, cubierta de sudor y semen. Su dueño se inclina un instante y susurra algo que Enzo no alcanza a oír. Ella se gira, se levanta de la cama, goteante, y avanza hacia su novio despacio, con las piernas temblando, hasta quedarse delante de él.

—Dale las gracias —ordena Echo.

Enzo sigue sin poder moverse. Kaela se inclina y lo besa, despacio, dejándole en los labios el sabor inconfundible de lo que acaba de pasar. Enzo siente cómo su último resto de resistencia se rompe. No hay vuelta atrás.

—Así me gusta. Ya somos todos felices.

5

Enzo se despierta de golpe, de vuelta en su despacho, jadeando como si acabara de salir de debajo del agua. La habitación está en silencio, pero en su cabeza siguen retumbando las risas y las órdenes de ese desconocido, junto a los ...

... gemidos de Kaela. Parpadea varias veces, intentando anclar su mente al presente, pero las imágenes se repiten con una nitidez insoportable. Podría abrir la puerta, salir al pasillo, enfrentar lo que sea que haya ahí fuera. Pero no se mueve.

Siente la piel ardiendo, cubierta de un sudor frío que no recuerda haberse ganado. Entre las piernas, la erección persiste, tozuda, latente, como una acusación muda que lo avergüenza. No se atreve a tocarse, como si ese simple contacto lo condenara a aceptar lo que acaba de pasar. Parte de él quiere huir, ducharse, frotarse hasta que no quede ni un rastro de lo que ha visto. La otra parte… la otra parte quiere volver a conectar, volver a mirar.

Ese pensamiento le asusta más que cualquier humillación. Porque no es una reacción impuesta por la pantalla, ni un truco mental. Es suyo. Nace de un su interior, de algo que siempre estuvo allí pero que ha empezado a tornarse oscuro y adictivo. Sabe que ya no hay vuelta atrás. Y sin embargo, se queda sentado, mirando el vacío, sin moverse, como si esperara una orden para hacerlo.