1. El día que me senté en la primera fila


    Fecha: 01/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: SraFernanda, Fuente: TodoRelatos

    ... un hijo salido de pura lujuria...?”
    
    Suspiró despacio, mordiéndose el labio inferior. Acarició su vientre plano con un gesto disimulado, maternal y lascivo al mismo tiempo.
    
    —Maestra, ¿está de acuerdo con lo que dijimos? —preguntó uno de los chicos.
    
    Laura parpadeó, regresando al presente, y les sonrió con dulzura.
    
    —Claro, chicos... muy bien explicado —dijo, mientras su mente aún bailaba entre gemidos, leche tibia, y el aroma fértil de su propia fantasía.
    
    Visualizaba su reflejo en el espejo: los pechos aún más pesados, los pezones oscuros, llenos, preparados para alimentar... ¿a quién? ¿A un hijo? ¿A Leo, de rodillas, mamando leche caliente mientras ella le acariciaba el cabello con ternura perversa?
    
    Se estremeció al pensarlo. "¿Y si se la doy? ¿Si en medio de una clase lo hago venir al escritorio... y le ofrezco el pecho lleno? ¿Y si lo dejo marcarme con otra corrida adentro...?"
    
    —Profe... ¿está segura que quiere que pasemos a la siguiente parte? —preguntó otro alumno, alzando la voz.
    
    Laura se incorporó apenas, con una sonrisa serena que nada revelaba de lo que ardía entre sus muslos.
    
    —Sí... pasen... —susurró—. Continúen con la revolución...
    
    Pero dentro de ella, ya se había iniciado otra. Una mucho más íntima. Mucho más húmeda. Y deliciosamente irreversible.
    
    El sol caía fuerte sobre la cancha de fútbol, donde el aire olía a tierra caliente, sudor fresco y césped recién regado. El murmullo de los alumnos se mezclaba con los gritos de ánimo y ...
    ... las risas que rebotaban en las bardas. Camisetas blancas pegadas a los torsos jóvenes, gotas de sudor deslizándose por cuellos y nucas, zapatillas golpeando el suelo con cada carrera.
    
    El maestro de educación física, un hombre de 42 años, piel tostada, espalda ancha y músculos marcados con naturalidad, los observaba desde la sombra que proyectaba un viejo árbol al borde del campo. Sus ojos recorrían con atención el movimiento de cada alumno, evaluando posturas, velocidad, esfuerzo... y algo más.
    
    Su mirada se detuvo en Leo, que tropezó sutilmente al dar la vuelta a una de las esquinas. Corría más lento que los demás, el rostro enrojecido, el sudor empapándole la camiseta.
    
    —¿Todo bien, Leo? —preguntó el maestro con voz firme pero cercana, caminando hacia él.
    
    Leo asintió con una sonrisa forzada, jadeando ligeramente.
    
    —Sí... sí, profe... solo... no dormí bien anoche —respondió, limpiándose la frente con la manga, evitando la mirada del hombre.
    
    —Seguro te quedaste jugando videojuegos hasta tarde, ¿no? —dijo el maestro, esbozando una media sonrisa mientras le daba una palmada en el hombro.
    
    —Algo así —respondió Leo, con un dejo de burla en la voz, sin desmentirlo pero tampoco confirmándolo.
    
    —Ven, siéntate un momento bajo la sombra —indicó el maestro, guiándolo hacia el árbol donde él mismo había estado unos minutos antes. Sacó una botella de agua de su mochila y se la ofreció.
    
    Leo la tomó con gratitud, bebiendo a sorbos largos mientras el sudor le seguía ...