1. La historia de Ana (Capítulo 1)


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... mamaba mejor que cualquiera. O quizá era el hecho de tener a la chica con la carita más inda del mundo tragándose mi verga, lo que me hacía disfrutar como nunca lo hice.
    
    Era una situación surreal: el cuarto de estar estaba apenas iluminado por una lámpara que emanaba una luz mortecina. El pequeño cuerpo de Ana recostado sobre el sillón, boca abajo, y su abultada cabellera castaña se movía arriba abajo, mientras sus manos hábiles manipulaban mi verga, y su lengua veloz la saboreaba. Su rostro estaba oculto, sólo podía ver el pelo ondulado. Estiré la mano, tanteando su cuerpo frágil pero peligroso, hasta llegar a sus nalgas. Las sentí tersas, y duras. Dibujé con mi dedo sus formas, y las descubrí más voluptuosas de lo que imaginaba. Las apreté, y le di un chirlo, lo que hizo que ella parara de mamarla por un segundo. Yo, prepotente en mi rol de macho, apoyé mi mano libre sobre su cabellera y la insté a continuar. Ella susurró “te gusta dominar” antes de seguir con su mamada. Quizá por rencor, o sólo por jugar, mordió con muy poca fuerza el tronco, mientras que su lengua incansable jugaba con el glande. Yo seguí manoseándole el culo. Arrimé mi dedo hasta la costura del medio del short, mientras lo hacía, la mano se internaba en una profundidad deliciosa. Con la otra mano le corrí a un lado el pelo, y levanté un poco su cara. Necesitaba verla, necesitaba saber que lo que sucedía era real. Ella pareció comprender mi apremio morboso, y sin dejar de mirarme, retomó su mágica ...
    ... felatio. Yo me recosté, poniéndome casi totalmente horizontal sobre el sillón. Sólo mi cabeza estaba erguida, apoyada sobre el brazo del mueble. Agarré la mayor parte de su pelo, y usé mis dedos como si fueran una hebilla que los recogía. Ahora podía verla perfectamente. Su piel tersa, blanca, y suave, sus ojos marrones desorbitados, mirando los míos, sus pómulos prominentes, y su mandíbula abierta, en un gesto que ni siquiera había intentado soñar, mientras chupaba, gozosa, saboreando la piel gruesa, sintiendo las venas duras, succionando el líquido preseminal que ya salía abundante y anunciaba el inminente estallido.
    
    —Por favor, no pares. —Alcancé a decir, jadeante.— No pares. —repetí, metiendo mano por debajo del short, sintiendo las nalgas desnudas, descubriéndolas depiladas, como lo había imaginado. Si no hubiese estado a punto de acabar, no habría podido evitar comérselas a mordiscos y chupones.
    
    —Avisame si vas a acabar. —dijo Ana.
    
    En ese momento pensé que era de las que no les gustaba recibir el semen en la cara. En realidad, lo que no quería era tragarlo. En todo caso, la ignoré, porque en ese momento mandaba yo, y yo quería acabar encima de ella. En un inusitado acto de violencia, tironeé su pelo, haciéndola gritar, cosa que disfruté, y con su rostro apuntando al techo me masturbé frenéticamente, dándole golpes de pija en esa carita de nena tramposa mientras lo hacía. La eyaculación vino enseguida, y fue potente. El chorro blanco y viscoso ensució su cara ...