Cuernos por venganza. Lola se cobró la infidelidad del marido, con su vecino
Fecha: 13/05/2019,
Categorías:
Masturbación
Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos
... sino hacerle acumular el deseo para que cuando sea llegado el momento supremo sea algo distinto a todo lo experimentado.
Alternando profundidad y velocidad, sin abandonar el mar de su ostra, voy haciendo las alteraciones y movimientos aleatorios para hacerla disfrutar del movimiento del coito, sin anticiparle mis intenciones. De este modo puedo sentir en sus músculos y sentir en sus vibraciones la emoción de transitar el recorrido turístico por tantas sensaciones inéditas hasta que me pareció que era tiempo de hacerla llegar al final de la recorrida exploratoria, el momento donde culminan todo el esfuerzo y la pasión, donde terminan las palabras, donde acaban las ilusiones y se hace realidad brutal esa fantasía de hacer el amor con otro hombre.
Soy ese otro hombre que la hace desembocar en el orgasmo, breve, tímido, suave, que se deja llevar mansamente, pero… esto no es el final, tan solo es el comienzo de todo.
Detengo por un momento, confundo sus emociones, altero sus sentidos y cuando todo se parece a la calma… sin salirme de ella, solo la hago girar, de modo tal que seguimos encastrados, pero yo voy por debajo y ella es la jinete. Un par de nalgadas azuzan sus sentidos y la pongo en movimiento, incito a moverse al compás de mis elevaciones de pelvis, tomado de sus caderas baja hasta empalarse hasta el fondo de su vagina. Entiende el sentido y la forma de moverse que le indica su hombre, comienza con timidez, pero las nalgadas la ponen a tono de cogida enérgica y ...
... casi salvaje en su rítmico deseo de gozar y ser gozada.
Un nuevo orgasmo le estalla dentro de ella, sorprendida y aturdida se detiene luego de un par de vibrantes latidos, y nuevamente las nalgadas avisar que debe retornar al movimiento, otro más y otro más la llevan a estallar en jadeos, gemidos y obscenidades gritadas al mejor estilo de un carrero. Comenzó una mujer tímida y con el estallido emocional de los orgasmos encadenados descubrió esa otra mujer, tan hembra, tan atrevida en la hora suprema del exagerado goce sexual y tan desaforadamente gritado.
Ahora es mi tiempo, nos miramos a los ojos, los míos fulgurantes por el deseo, los de ella con el rímel esparcido entre lágrimas de pasión, entendíamos que era llegado mi tiempo. Volvimos al movimiento, ahora sus abundantes jugos hacer chapotear mi verga dentro del estuche, igualmente ella cierra sus músculos para hacer más prieto el contacto, la fricción más intensa y apurar la llegada de la esperma que pugna desde hace un buen rato por buscar derramarse dentro de su carne. Entiende el código masculino, de los movimientos previos al momento de correrme, el silencio y la concentración del varón son señales inequívocas de que está llegando a la culminación del coito.
Mis manos, mis ojos y todo mi ser le avisan que estoy en la recta final, con la bandera de cuadros de la eyaculación levantada y por caer sobre la línea de sentencia…
—¡Dale, vení! ¡Adentro! Llename “la argolla” (la conchita), ¡Rompe la concha! ¡Hazlo ...